El Efecto Omar Fayad

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Omar Fayad Meneses ha conseguido sembrar en el Estado de Hidalgo, que gobierna desde el 5 de septiembre de 2016, un fenómeno socio-político de alcances locales, que tendrá impacto en las elecciones municipales del domingo 7 de junio de 2020.

Este, que bien puede llamarse “el efecto Fayad”, comenzó desde la gestación de su candidatura para gobernador, de quien hoy es evaluado dentro de los mejores cinco, entre los 32 mandatarios estatales del país.

Sabido es que antes, durante y después de la campaña, aun habiendo ya iniciado funciones, debió enfrentar a líderes y grupos enquistados en la estructura gubernamental y en el sistema político de la entidad.

No fueron pocos los personajes y grupúsculos que, en el nombre de algún líder tradicional, golpetearon el proceso interno, la elección constitucional y el arranque del nuevo gobierno en Hidalgo.

En la combinación de estas dos vertientes se incubó el mito de un distanciamiento del actual mandatario con sus antecesores Francisco Olvera Ruiz y Miguel Ángel Osorio Chong.  

A tres años y casi cinco meses de gestión gubernamental de Fayad Meneses, aquellas fuerzas han sido reducidas a sombras.

Adelantado a su tiempo, político de amplia experiencia en la operación, Omar Fayad Meneses asumió los costos de haber “soltado a los demonios”.

Sin desentenderse de sus orígenes partidistas, sin dejar de lado a sus compañeros que cuidan la casa del tricolor y sin acotar aspiraciones dentro de su militancia, la realidad ha impuesto entre el gobernador y el PRI una (no se puede decir si sana) distancia.

Trazó las principales directrices de su gobierno en compañía de una legislatura de mayoría priísta: el sistema estatal anticorrupción, mecanismos para asegurar la transparencia y la rendición de cuentas, la renovación del poder judicial, un esquema más ágil en materia de derechos humanos, reglas claras para la equidad y la inclusión.

Trabajó consistentemente para atraer las inversiones públicas y privadas (que hoy han establecido una marca), generar empleo y dinamizar la economía estatal.

Las elecciones del domingo 1 de julio de 2018, y sus apabullantes resultados a favor de Morena, significaron la gran prueba histórica del régimen de Omar Fayad. 

De algún modo, la historia se ha puesto del lado del gobernador; dos de sus principales polarizantes se desactivaron, al combinarse los resultados.

Cipriano Charrez Pedraza y Gerardo Sosa Castelán, también hechuras del régimen que está en proceso de retiro, se enredaron en circunstancias propias de los actores del más alto nivel en las estructuras políticas, burocráticas y gubernamentales. Aunque gozan de cierto poder aún, hoy nadie cree en sus correspondientes inocencias.

Hombre de instituciones, el mandatario se procuró desde el minuto uno de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador una buena relación formal y personal, que se ha ido consolidando a medida que suman trabajo y presentan resultados conjuntos, a partir de las coincidencias.

La tragedia del 18 de enero de 2019 en Tlahuelilpan afianzó los lazos institucionales, el sentido del trabajo en equipo para darle certeza a la gente, y la amistad personal entre ellos, que prevalece hasta ahora.

De ahí que, desde los espectros gubernamental, político, electoral, partidista y social, se ha instaurado en Hidalgo el “efecto Fayad”, que bien podría servir al proyecto de necesaria alianza al que están apuntando Fayad Meneses y López Obrador.

Mientras algunas estimaciones superficiales o análisis metodológicos celosamente diseñados advierten por igual que más de la mitad de los electores no votarían por el PRI ni por alguno de sus candidatos en 2020, diferentes estudios de opinión y análisis de tenencias ubican a Fayad Meneses dentro del top 5 de los gobernadores mejor evaluados.

No será extraño que en el proceso que ya está en marcha para renovar los ayuntamientos, y en los subsecuentes, puedan aparecer candidatos fuertemente vinculados a la figura del gobernador, sin que necesariamente deban emerger de los partidos ni estar distanciados de Morena. Estos perfiles podrían beneficiarse del buen crédito del mandatario y conseguir votaciones favorables para alcanzar diversas posiciones desde las cuales tendrán que garantizar una sucesión tersa en los municipios, más adelante en los distritos (locales y federales), para hacerlo finalmente también en la gubernatura estatal.