El matrimonio en la época colonial en la Villa de Tula

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1776

Por: Mtro. Luis Manuel Gamboa Cabezas

CONACULTA- INAH

A través de los documentos sobre actas matrimoniales del siglo XVI al XVII, podemos adentrarnos a microhistorias en las que podemos descubrir como las sociedades del antiguo régimen español colonial se organizaron alrededor de las castas y de la familia; cuyos conceptos en relación al matrimonio eran muy diferentes a los actuales, ya que no todos se casaban por amor.

En todo caso, las mezclas raciales dieron como resultado un grupo que se rebeló contra la Corona española, para reclamar una independencia, así también exigir sus derechos para llegar a puestos administrativos que solo los peninsulares podrían tener en las órdenes de gobierno colonial. 

En un Óleo sobre lienzo pintado en 1793 por Miguel Cabrera, se hace alusión al matrimonio entre un español y una india, cuya descendencia es una mestiza. La dote que recibe el español por casarse con la indígena asegura su riqueza en la Nueva España.

El matrimonio fue usado para entretejer las redes sociales y socio-económicas necesarias para cubrir el vacío y las necesidades que el Estado Español había impuesto como estructuras formales para mantener la estabilidad y el orden.

En una reseña breve sobre la historia de la Villa de Tula, se menciona que en 1519 estaba ocupada por el grupo autóctono otomí, cuya distribución abarcaba a los vecinos de Atenco, Mixquiahuala, Tizayuca, Acolco y Huapalcalco.

En este espacio solo había dos poblados que eran hablantes de náhuatl, uno que era Xippacoya (hoy San Lorenzo, en Tula) y el otro Tepexic (en el actual Tepeji del Río de Ocampo).

El dominio territorial, para entonces, estaba sujeto a la cabeza de Azcapotzalco a través de los tepanecas que eran aliados de los culhuas de Texcoco y los mexicas de México Tenochtitlan.

En 1522, se logró la conquista por los españoles de Tula, quienes imponen encomenderos; uno de estos fue Rodrigo de Albornoz, en 1530 trata de separar a Tula de lo que se llamó Teotlalpan por los mexicas, que incluía territorios de Mixquiahuala, Ajacuba y Tlaxcoapan. En 1540, Juan Zamudio es nombrado encomendero para Michimaloya, con esto se logra la separación con Tula.

Desafortunadamente desde 1576 hasta 1790, ocurrieron diversas epidemias que desmembraron a la población de Tula, compuesta por indígenas otomís y nahuas, quienes tenían que laborar las tierras de los encomenderos hacendados y en ocasiones ir a trabajar en las minas que tenían en Pachuca.

El final de esta historia es que antes de la llegada de los españoles los indígenas tributaban a la Triple Alianza; pero, después, durante la Colonia solo cambian los protagonistas, donde ahora el tributo es a los españoles. Después de las epidemias, la población de Tula estaba compuesta por españoles, mestizos y pardos.

En esta variabilidad de razas, el matrimonio entre estas podría permitir escalar niveles económicos y políticos, por lo que era importante el saber entretejer relaciones sociales, donde los menos desafortunados como mulatos e indígenas podrían tener más posibilidades de ser reconocidos como parte de la sociedad española.

En Tula, para 1790 se reportaba una mayor presencia de mestizos, que eran descendencia de un matrimonio entre un español y un indio (sin importar si es otomí o náhuatl); también se menciona la presencia de pardos que eran la descendencia entre un negro y un indígena.

Se vuelve interesante como la presencia de pardos en Tula indican un número considerable, que hace pensar que no eran reconocidos por los mestizos o españoles, quienes no los consideraban importantes, ya que la mayoría era parte de una descendencia de esclavos negros que acompañaban a los españoles; lo que supone relaciones sexuales fuera de las normas civiles y religiosas que imponía el español.

Los grupos raciales que había en Tula eran indígenas, pardos, españoles, negros, mulatos y mestizos, de los cuales no reflejan las actas su grupo racial, solo quien se casa con quien.

Durante la época española los matrimonios se hacían por conveniencia, no existía el cortejo. Era un acuerdo entre los padres, donde solo había dos opciones para los hijos: el matrimonio arreglado o la religiosidad.

Claro que esto último solo era para los que tenían medios económicos para poder mandar a las hijas a los conventos.

El matrimonio era arreglado, de forma indirecta se tomaban las normas del Concilio de Trento (1545-1563), que dictaba que el matrimonio debía ser con consentimiento mutuo, por tratare de los pilares del matrimonio católico.

En la práctica, las leyes civiles reconocían los intereses de la familia, por eso se establecían arreglos en donde los padres podían casar a una hija sin su consentimiento, siempre y cuando fuera menor de edad.

La edad para que una mujer pudiera tener razón al consentimiento era de 25 años, por eso los padres evitaban que llegaran solteras a esa edad, de esta forma no violentaban las normas del Concilio de Trento.

Los matrimonios que eran bien vistos eran entre los mestizos, que habían logrado tener una posición económica y social oportuna por ser quienes se encargaban de las oficialías mayores o eran regidores locales.

Los peninsulares aceptaron estas funciones de los mestizos, pero no permitieron que tuvieran cargos administrativos dentro de la Nueva España.

En las actas es notorio como una india trataba de casarse con un peninsular para lograr tener un mestizo que quizás podría ocupar un puesto importante en el futuro y salir ella de la condición en la que se encontraba.

Esta situación llevó a los españoles de la Nueva España a evitar este tipo enlaces matrimoniales, ya que motivó a españoles europeos a venir a casarse con indígenas para recibir lotes que representaban riquezas, las indias obtenían a cambio el prestigio buscado.

En contraposición, las mestizas veían también un interés en casarse con los españoles, ya que racialmente no se afectaban y al igual que los mulatos podrían ser libres para ejercer como comerciantes y ser reconocidos socialmente.

Por consecuencia esto trajo el odio racial con los indígenas y criollos. ¿Cómo era posible que un peninsular o un mestizo pudiera tener mejores oportunidades que un indígena o criollo? Por eso las estrategias matrimoniales entre las razas podría asegurar fortuna y posición social.

Al final, la mayoría que se multiplicaba eran los mestizos, quienes comenzaron a odiar a los españoles de Nueva España y a los peninsulares, surgiendo enfrentamientos y agravios mayores.

Esta fue una de las principales causas del inicio de la guerra por la Independencia. Es aquí donde la estrategia de matrimonio cambió a un control con mayor rigurosidad.

En algunos países de América Latina, la estrategia llevo a una endogamia (casamiento interno) para fortalecer el aislamiento y la aristocracia.

Los matrimonios en la época colonial se caracterizaban por favorecer reuniones familiares, donde los jóvenes podrían interactuar en ocasiones era a través de bailes, tocándose solo con un pañuelo.

Si había un enlace matrimonial, el juez eclesiástico comprobaba que no existía impedimento al pretendido enlace, ni presión alguna sobre la voluntad de los contrayentes.

Cuando el juez aprobaba la información, se celebraba el matrimonio, un acto ritual y solemne en el que los novios declaraban su voluntad de unirse.

En cuanto al divorcio, solo el juez eclesiástico podría disolver un matrimonio, una vez que se comprobaba mediante juicio que la información había sido falseada de los contrayentes.

El divorcio era una declaración judicial que eximía a los cónyuges de la obligación de cohabitar, cuando la vida común era insoportable, pero no suspendía la ley de fidelidad, o sea que no podían comenzar otra relación.

La falta de armonía o la insatisfacción no se consideraban motivos válidos de divorcio o anulación.

Los peninsulares, para evitar en ocasiones matrimoniarse, cometieron conductas irreverentes a las indígenas, eran raptadas u ofrecidas por los conquistados.

Los pequeños grupos de inmigrantes ibéricas al Nuevo Mundo influyeron en los modelos sexuales de la colonia y motivaron la unión entre españoles e indígenas o afrodescendientes.

Por eso en diferentes partes de Mexico Colonial hay hijos ilegítimos no reconocidos por sus padres.

Detrás de todo matrimonio se anteponía primero el interés familiar antes que el amor. Las familias intervenían de manera determinante en la concertación de las alianzas de los hijos.

El interés económico, los prejuicios sociales o el deseo de lograr ventajosas relaciones llegaron a pesar más que la libre elección de los jóvenes amantes.

El fin de esta historia de matrimonios es que, entonces como ahora, uno no se casa con una persona, sino con una familia.