Octubre 2016

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La coyuntura que representa hoy en Hidalgo el inicio de un nuevo gobierno tiene dimensiones históricas y se requerirá de un tiempo para apreciar su impacto.

El inicio de una nueva administración gubernamental, encabezada por Omar Fayad Meneses, ha tomado sus primeros cincuenta días para fijar nuevas coordenadas.

En el discurso y en los hechos, el propósito esencial del nuevo gobierno es crear cuanto antes un esquema coherente de identidad e identificación con la gente.

Eso, claro está, tiene un precio. Ciertas medidas adoptadas por los gobiernos suelen tener un “costo político” cuando afectan los intereses de la población o de algún influyente sector de ella.

No es frecuente, sin embargo, que se hable de un posible “bono político” si algún gobierno adopta medidas que obedecen precisamente al interés de la sociedad o de la mayoría de sus sectores.

Eso es lo que parece estar pasando en Hidalgo. La administración Fayad ha comenzado a cruzar sobre una cuerda por un abismo entre un punto y otro de tierra firme, y la gente ha comenzado a reaccionar.

El trato igualitario que el gobernador tiene para con los gobiernos municipales que le acompañan desde el 5 de septiembre en la gestión administrativa de los recursos públicos los pone en desventaja.

De ahí que mientras el gobierno del estado fija las condiciones para el trabajo en la administración pública, muchos de los nuevos integrantes de los ayuntamientos están tardando un poco en adaptarse a la tarea y en comenzar a cumplir sus consignas institucionales.

Este es, entre otros, como es el caso del propio gobierno de la capital estatal, Pachuca, para el que los primeros días han sido más difíciles de lo que se podría esperar y no acaba de cobrar forma.

Cualesquiera que sean las causas de este contrastante arranque gubernamental entre el nivel estatal y los gobiernos municipales descuellan, por tanto, aquellos que muestran visión, experiencia y, sobre todo, resultados inmediatos.

El caso de Tula y su nuevo gobierno merecen un análisis particular, pues el alcalde entrante ha mostrado oficio y astucia para comenzar por el principio, aunque parezca un juego de palabras: ordenar la casa y darle una apariencia agradable, en la que se puede vivir, convivir, compartir, ponerse de acuerdo.

Esto va a representar un sólido factor de apoyo para lo que Omar Fayad ya dejó ver que quiere para Hidalgo. Habrá que ver lo que se haga al 15 de diciembre, un día antes de que inicie el período ordinario de las vacaciones de invierno, cuando se cumplen esos cien días de los que se ha hablado.

La prisa que parecía llevar la población para conocer al candidato del PRI a la gubernatura, el agitado proceso interno, las elecciones, los resultados que impusieron un nuevo equilibrio en la entidad, la urgencia de conocer a los integrantes del gabinete y los nombramientos mismos, todo esto constituye la cadena de hechos que impulsaron la situación actual.

Situación que se ha concretado en una serie de primeras acciones ante las que la opinión pública quiere leer como “rupturas” del nuevo régimen respecto de su antecesor inmediato, y aún más, como punto de quiebre en la historia respecto de todos sus antecesores.

Para ello, el gobernador entrante junto con los ayuntamientos, marcharán en paralelo con una legislatura, la LXIII, integrada por un nuevo equilibrio partidista, dentro del que la oposición al PRI empujó su primer embate con el cuestionamiento fallido al nombramiento del procurador de justicia.

Así comienza el otoño en Hidalgo. Habrá noticias. Para algunos, no serán tan alentadoras.