FEMINIPAUSA 2020: UN MAYO MUY DISTINTO

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Mayo, en la primavera de 2020, será para la humanidad un mes diferente. En México, los motivos que tradicionalmente han animado a este primaveral período mensual están sumergidos en una nube de preocupaciones.

La pandemia del COVID19 vive en la nación azteca su fase tres, que se significa por el riesgo más grande de máximo contagio y máximo número de decesos por esa causa, con el peligro latente de un posible colapso en la capacidad hospitalaria.

De esta manera, el “puente” marcado en el calendario para este viernes 1 de mayo está sellado por el confinamiento al que obliga la pandemia.

Algunas expresiones de líderes que ya no representan más los intereses de la clase trabajadora se registran, sin eco, en medios de comunicación y en redes sociales. En México hay poco más de 30 millones de trabajadores asalariados.

Los analistas se ocupan del estudio, lo más formal posible, con perspectiva científico ideológica de un movimiento laboralista mundial, regional, nacional o local intubado, con vida artificial, animado únicamente por la conveniencia de los gobiernos o de los sistemas políticos.

Para la cultura tradicional mexicana, esa que sí arrastra voluntades y mueve corazones, el Día de La Santa Cruz queda en la congeladora.

Limitadísimas a su mínima expresión material, las celebraciones rituales de la iglesia católica -que vieron recortada la Semana Santa a transmisiones digitales en vivo- pueden seguirse en internet y así ocurre con el tres de mayo.

Nuestros imprescindibles y siempre simpáticos trabajadores de la construcción están “castigados”: ayudantes generales, peones, “media cucharas”, “maistros”, ingenieros y arquitectos ponen en la obra cruces que fueron benditas por internet, la barbacoa, el pulque y las chelas tendrán que esperar. En nuestro país la edad promedio de los trabajadores de la construcción es de 37 años.

La tradicional celebración por el triunfo del ejército mexicano con refuerzos zacapoaxtlas en la Batalla de Puebla el 5 de mayo de 1862 se limita a un acto cívico discreto acompañado del izamiento de bandera nacional, mensajes, mensajes y mensajes políticos y de gobierno. Nada más.

Ignacio Zaragoza, el ejército de oriente y las armas nacionales, se han cubierto de virus.

El Día de las Madres 2020 tiene matices de tragedia: muchos de los más de mil decesos ocurridos a causa del COVID-19 son mujeres mayores que eran madres.

La sombra de la tragedia se cierne sobre muchos hogares del país en donde a diario una mujer que es una entre los 30 millones de madres que hay libra batallas indescriptibles para sostener a su familia.

En México hay millones de mujeres, de las cuales 32 millones son madres, 36% tiene secundaria completa y 24% tiene estudios de nivel medio superior; solo casi el 43% de ellas tiene empleo unos: 16 millones de mujeres son trabajadoras, representan el 73% de la población económicamente activa.

No hay lugar para los agotadores festivales artísticos en actos escolares masivos, no hay tiempo para los tumultos comerciales -apenas si habrá discretos encargos en línea a las casas comercias que entregarán a domicilio lo que los hijos económicamente solventes podrán comprar.

Lo mismo ocurre con el sector magisterial mexicano, esta vez el COVID-19 aplastará las celebraciones por el Día del Maestro, un 15 de mayo enrarecido por la pandemia dejará en casa, trabajando para alcanzar objetivos y tener a tiempo evaluaciones a más de dos y medio millón de docentes de diferentes niveles educativos: básico, capacitación especial, inicial, media superior, superior.

Vacíos, los centros de trabajo extrañarán la presencia de las educadoras (93% del total de docentes), maestras de primaria (67% del total de maestros), de secundaria (54% del total) y de los otros grados, quienes tendrán que mantener alimentados con sus planeaciones, avances programáticos y evaluaciones los sistemas de cómputo, desde casa.

Tiempo de receso también para la política que gusta de segregar a las mujeres y propende a usarlas como bandera de equidad, cuando es conveniente. Tiempo de pausa para los feminismos de vanguardia, que también se han visto obligados a replantear perspectivas.