Halloween y Día de Muertos: entre la tradición y la globalización

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Cada año, entre finales de octubre y principios de noviembre, las calles mexicanas se llenan de disfraces, altares, calaveras, dulces y flores de cempasúchil. La coincidencia en fechas entre Halloween (31 de octubre) y Día de Muertos (1 y 2 de noviembre) ha generado un debate cultural que va más allá de las celebraciones: ¿pueden convivir ambas tradiciones en el imaginario colectivo mexicano?
Halloween, de origen celta y popularizado por la cultura estadounidense, ha ganado presencia en México en las últimas décadas, especialmente entre niños y jóvenes. Su atractivo visual, la dinámica de pedir dulces y los disfraces lo han convertido en una celebración lúdica y comercial, con fuerte presencia en centros escolares, plazas comerciales y redes sociales.
Por otro lado, el Día de Muertos es una tradición ancestral mexicana, con raíces en las culturas prehispánicas que concebían la muerte como parte esencial de la vida. Esta festividad honra la memoria de los seres queridos que han partido, a través de altares, ofrendas, comida típica, música y rituales que fortalecen el vínculo familiar y comunitario.

En lugares como la Ciudad de México, ambas celebraciones se han integrado en la agenda cultural. Desde desfiles de catrinas y alebrijes monumentales hasta recorridos nocturnos de leyendas urbanas y festivales de terror, las autoridades han promovido actividades que permiten a la ciudadanía disfrutar de ambas expresiones.
Especialistas en cultura coinciden en que el fenómeno no debe verse como una competencia, sino como una oportunidad para reflexionar sobre la identidad, el consumo cultural y el respeto por las tradiciones. Mientras Halloween representa una apertura a lo global, el Día de Muertos reafirma lo local y lo espiritual.
La clave está en el equilibrio: permitir que las nuevas generaciones se diviertan y se expresen, sin perder de vista el valor simbólico y profundo de nuestras raíces. En ese sentido, el debate no es sobre cuál celebración debe prevalecer, sino sobre cómo educar para que ambas se comprendan, se respeten y se vivan con conciencia.