Por Fernando Ávila Báez.
Es muy probable que el deseo de volar haya nacido en el ser humano desde el primer instante en que el hombre prehistórico vio a las aves desenvolverse con soltura por los aires.
En la mitología y en las sagradas escrituras aparecen ejemplos de este incesante deseo humano de volar.
Desde entonces, la humanidad se ha empeñado dominar el cielo, romper las barreras del tiempo, de la distancia, y conquistar el espacio.
Desde los experimentos del siglo XVIII con globos aerostáticos, los dirigibles en el siglo siguiente, hasta el 17 de diciembre de 1903 en que los hermanos Wrigth lograron un primer vuelo y más adelante, en 1906, haría lo propio Alberto Santos Dumont.
Pero la industria de la aviación, una de las más importantes en el mundo de hoy, no implica solamente las aeronaves: comprende también una serie de factores físicos, materiales, tecnológicos, financieros, sociales y hasta políticos.
Uno de ellos, entre los principales, es precisamente la construcción de aeropuertos, para facilitar la salida y llegada de los vuelos, sean del fin que sean: privados, comerciales, de pasajeros o de mercancías, militares, de carga.
Changi (en Singapur), Incheon (en Corea del Sur), Haneda, Tokio (en Japón), Hong Kong (China), Hamad, Doha (Qatar), Munich (Alemania), Heathrow, Londres (Gran Bretaña), Zurich (Suiza) y Frankfurt (Alemania), son algunos de los aeropuertos internacionales de mayor importancia.
El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) ocupa el lugar número 52 entre los más importantes del mundo, sirviendo a poco más de 25.5 millones de pasajeros al año.
Según datos del sistema aeroportuario mexicano, en el país hay un total de 85 aeropuertos, 59 categorizados como internacionales, mientras que los 26 restantes son nacionales.
De estos 89 aeropuertos, unos 34 pertenecen al sector privado, 19 son supervisados por el organismo gubernamental Aeropuertos y Servicios auxiliares (ASA), otros 5 pertenecen a alianzas entre el sector privado y el gobierno y los restantes se encuentran a cargo de los militares, gobiernos estatales y municipales.
El único aeropuerto que opera independientemente es el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, Benito Juárez. Aparte de los aeropuertos existen más de 1300 aeródromos.
El aeropuerto de Pachuca es un punto de muy escaso tráfico de pasajeros o de carga; sin embargo, ante la necesidad de un nuevo puerto aéreo para la zona metropolitana de la Ciudad de México, se manejó con insistencia, a manera de tercera vía, la opción de realizar la monumental obra en Tizayuca, dentro del territorio hidalguense, pues garantiza una posición estratégica, requeriría de menos recursos para su construcción, y aportaría al entorno metropolitano más seguridad en materia del incremento de vuelos que conectan el centro del país con los destinos nacionales e internacionales.
La obra iniciada en terrenos aledaños a lo que fuera el Lago de Texcoco ha sido suspendida por una decisión que forma parte del proyecto de país que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador, respaldada ahora por una consulta que concluyó el 25 de octubre y en la que un millón de personas votaron en 70 por ciento a favor de reacondicionar el aeropuerto actual y el de Toluca en el Estado de México, además de construir dos pistas en Santa Lucía, una base aérea militar a 50 kilómetros de la Ciudad de México.
Entre evaluaciones de pros y contras en torno a la cancelación de la obra en Texcoco (en cuyos inicios trabajó el exgobernador de Hidalgo Manuel Ángel Núñez Soto) y el impulso de la construcción de la terminal en Santa Lucía, unos afirman que representará un ahorro de 100.000 millones de pesos, unos US$5.000 millones, y otros aseguran que el costo de cancelar la obra actual del nuevo aeropuerto es por 100 mil millones de pesos: 60,000 por obras ya realizadas y 40,000 por gastos no recuperados, además del impacto negativo en los mercados que, dicen, ya se mostró.
Así las cosas, mientras la realidad mundial avanza, México inicia en pocos días más una nueva etapa en su vida institucional, una nueva era en los gobiernos de la República, la denominada “Cuarta transformación”, rodeada por varios aspectos polémicos por los casos de una boda fifí que debió ser chaira, en los tiempos de la nueva austeridad republicana, y el drástico fin de los negocios que unos cuantos, por encima de muchos, dicen.