La vida en la muerte, la muerte en la vida.

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Abrimos en México una semana de auténtica transición de doble sentido: de aquí para allá, la muerte en la vida; de allá para acá, la muerte en la vida.

Me explico.

Un país vivo, poblado de sobrevivientes, adorando estos días de fin de octubre y principios de noviembre a la muerte.

Recordar a nuestros seres queridos, los que ya no están, invocar sus poderes para que nos cuiden y nos bendigan, evocar sus mejores momentos para volver a vivirlos, provocar al destino para que nos revele lo que hay en el siguiente día.

Un país lleno de gente, de personas que en cualquier instante podemos perder la vida, entregarla a quien nos la ha prestado.

Las enfermedades, los malos cuidados, los accidentes y los crímenes son las formas más comunes por las que la muerte nos llama a cada instante de cada día en todas partes. Mientras tanto, en lo que se llama la “vida cotidiana” hay llamativos adornos.

Aquí al menos cuatro de ellos.

Se ha corrido en la capital del país El Gran Premio de México. En el país de los contrastes, un gobierno que privilegia en el discurso a los pobres enmarca una de las experiencias sublimes de quienes no solo tienen, sino que además tienen mucho.

Se ha jugado en la capital del estado de Hidalgo el partido final-final del torneo del futbol de primera división nacional y se ha coronado el equipo local, uno de los emblemas del viejo régimen marcado por negocios gananciosos de unos pocos con otros pocos.

El gobierno de Julio Menchaca ha puesto el acento de buen sabor para la población al abrir el palco de aquellos a los que estaban muy lejos de soñar siquiera que podrían mirar en vivo el futbol de más alto nivel en México desde esa envidiable comodidad. Todos lo vimos como buena señal.

Se llevó a cabo en Zacatecas el Campeonato Nacional Charro, en el que charros y escaramuzas hidalguenses tuvieron participaciones relevantes.

Pese a las dificultades económicas, la grandeza espiritual del pueblo mexicano, todo, se ha volcado a los espacios públicos y a los panteones para rendir honores emocionales a los restos de los fallecidos: mascotas, personas (nonatos, recién nacidos, menores y adultos).

En poco tiempo, una auténtica revelación en cuatro momentos: desde la pista de carreras, el ser humano depende de un mecanismo muy complejo, el automóvil; desde la cancha de futbol, el ser humano depende de un objeto muy simple, la pelota; desde el lienzo charro, el ser humano depende de su habilidad para coordinarse con un animal, el caballo.

Desde la vida común, el ser humano depende de sí mismo.