TULA: ¿CÓMO PUEDEN VIVIR ASÍ?

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Por: Efraín Ríos Avendaño*.

Los primeros 20 años de mi vida los viví junto al río Tula.

Para ir a la primaria, los primeros años cruzaba el puente colgante y posteriormente el puente Benicia. Todavía a mitad y finales de los años 70, el agua se podía ver parcialmente limpia.

En los 80’s me tocó ver pasar los «encostalados» del Negro Durazo.


Cuando mis familiares nos visitaban, se quejaban del mal olor y nos preguntaban: ¿Cómo pueden vivir así?

Y respondíamos que no sentíamos el olor (nos habíamos acostumbrado). Ignorábamos el río contaminado. Como si no estuviera. Como si fuera cosa menor. Como si fuera normal.
Y las personas «odiaban» a PEMEX por contaminar el río, pero no pasaba nada.

Y las personas «ignoraban» que el caño de la CDMX corría por el río. Y no pasaba nada.

En una ocasión durante mi adolescencia temprana, tuve una riña porque un «chilango» decía que eso no era un río era un canal de aguas negras. Indignado, yo defendía que sí era un río.

No podía ver que en efecto, al río Tula, lo habían convertido en un canal de aguas negras. Y yo vivía a un lado, frente a mí, corrían diariamente: la putrefacción, la suciedad, los muertos, la mierda, los tóxicos… Y los olía, los veía, los aspiraba.

Y no pasaba nada.

¿Cómo pueden vivir así?

Preguntaba la gente que nos visitaba de fuera.

Y se quejaban del mal olor.

Y les daba asco.

Pero éramos insensibles. Y defendíamos a Tula. Y hasta nos ofendíamos.

Y la inmundicia del agua contaminada se desbordó. Las décadas en que hicimos menos a la contaminación y nos acostumbramos al mal olor y pretendimos no ver el rio convertido en canal de aguas negras, cubrieron la ciudad. Un metro cúbico de altura por cada década de nuestra complicidad.

Si, es verdad, alguien lo planeó, lo decidió y lo ejecutó.

Pero nosotros, los vecinos del río, los que lo vimos correr sano, no lo defendimos, callamos. Por 10, 20, 30, 40 años.

Hasta que terminó por inundarnos, por recordarnos que el mal olor es real, por añorar los días en que estaba limpio y era vida.

A un mes de la tragedia me siento culpable. Viví y crecí junto al río y nunca lo defendí, nunca alcé la voz, nunca hice nada por rescatarlo.

Me conformé con vivir junto a la mierda, hasta que terminó por cubrirnos.

Le pido perdón al río Tula. Comprendo su enojo, su ira. Por todas las décadas en que dormí en paz mientras él moría, ahora me quita el sueño.

Es justo.

Dicen que cada quien tiene lo que merece.


Me duele reconocer que Tula, mi querida Tula el día de hoy es el resultado de lo que callamos, de la forma en que nos conformamos y que pretendemos seguir ignorando.

No defendí el río Tula. Soy cómplice con mi silencio. Y hoy, me siento fatal.

* Efraín Ríos Avendaño es publicista, locutor y aspirante a poeta. Coach Gestalt y Espiritual. 45 años de edad.