57 COSAS QUE NO SABÍAS DE MÍ.

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Por Fernando Ávila Báez

La autobiografía es una especie de capricho del alma: nadie te pide que la hagas. Es más, muy posiblemente no llegue a interesarle a nadie más que a ti mismo.

Un día, el algún momento, paras en un punto del camino a querer medir la distancia entre el día de tu nacimiento y el día de tu muerte.

Es como cuando caminas a campo traviesa y volteas para ver cuanto camino llevas recorrido y luego miras hacia adelante para calcular cuanto tiempo te queda por recorrer.

No es como el currículum vitae que preparas para buscar un trabajo, al que debes agregarle evidencias de lo que dices que has hecho.

En la bio, en la auto-bio, apareces desnudo de pies a cabeza, tú mismo que has quitado la ropa, dices las cosas que quieres decir y guardas las cosas que quieres guardar.

Aquí 57 cosas que muy probablemente no sabes de mi y que muy probablemente no te interesan, pero quiero que las conozcas.

  1. Nací el miércoles 8 de mayo de 1963 en el Hospital Civil de Pachuca, no recuerdo si mi madre, Teresa Báez Rodríguez, me dijo que en la mañana o en la tarde.
  2. En 1965, mi madre y mi padre nos trajeron a mi único hermano carnal Arturo -dos años mayor que yo y a quien quiero entrañablemente- a vivir a Tula.
  3. Fui un niño muy enfermizo y debilucho; mi madre me contó que en una de las enfermedades que padecí, una de sus conocidas le preguntó en la calle: “Y su niño, ¿ya se murió?”
  4. Tengo noción de mí desde los tres-cuatro años; recuerdo los baños con agua fresca que me daba mi madre sobre el lavadero en el patio de la vecindad donde vivíamos en la calle Vicente Guerrero, frente al viejo Cine Lindavista en Barrio Alto.
  5. Insoportablemente travieso, me di a conocer cantando (sí, cantando), corriendo y haciendo travesuras infantiles, con un grupo de profesores alojados en esa misma vecindad, entre ellos el entonces director de la primaria “Benito Juarez”, el Maestro Cristino, quien le dijo a mi madre que ya estaba yo listo para la escuela: “llévemelo”.
  6. Aunque mi hermano Arturo había asistido un tiempo a preescolar en el kínder “Adolfo López Mateos”, yo no tuve esa suerte: inicié mis estudios de primaria a los cinco años, en 1968.
  7. Mi primera profesora en la escuela primaria fue la Maestra Leticia Cano Pérez, con quien guardo todavía una cariñosa amistad.
  8. En tercer grado, la Maestra Alicia Trejo Escalante, esposa del Profesor Romeo Pérez Martínez, me “descubrió” como talento escolar: leí efemérides y conduje el programa de honores a la Bandera; pero mi “lanzamiento” fue el 10 de mayo de 1971 en el Cine Lindavista en donde declamé-actué “Mamá, Soy Paquito”, que arrancó aplausos y lágrimas de las mamás festejadas asistentes.
  9. Debido a las presiones administrativas escolares, pues no contaba yo con documentos oficiales para mi expediente, mi madre me matriculó en la escuela “Venustiano Carranza”; ahí cursé el cuarto y el quinto grados de primaria.
  10. Una mañana de 1972, al atravesar el patio de la escuela en ruta hacia los sanitarios, un columpio dio en mi cabeza, caí sangrando, fui llevado al hospital, me suturaron la herida y me enviaron a casa. Esa es una de las dos cicatrices visibles que tengo en la frente. 
  11. Más o menos a los ocho años de edad conocí a mi padre, Alfonso Ávila Reyes: un visionario de cuidadoso trato que comenzaba a volar por sí mismo en el mundo de los negocios, en donde haría una notable fortuna después de haber salido de Zacapoaxtla, Puebla -impulsado precisamente por mi madre, que era de Zaragoza- con un morral lleno de sana ambición y de esperanzas.
  12. Mi primera y única experiencia con un montable fue en una visita inesperada que hice en su casa a mi amigo Juan Jesús Ángeles Valdés, donde me quedé jugando con su triciclo las mismas horas que eran suficientes para que mi madre me pusiera una de las palizas más memorables de mi vida.   
  13. Volví a la “Benito Juárez” para cursar el sexto año y concluir mis estudios primarios. Ahí bailé por vez primera en mi vida (es uno de los dones que la vida me negó), fue con Milagros Álvarez Carrera; era una canción estelar del grupo Acapulco Tropical. Fue hasta entonces (1973) cuando, después de ir y venir, mi madre me registró como su hijo en Tepeji del Río de Ocampo, el único lugar en donde eso fue posible.
  14. En 1973 tuve el primer indicio del inocente amor puro, desde entonces y hasta hoy mantengo una gratísima comunicación con ella sobre todos los temas de la vida.
  15. Comencé a trabajar a la edad de diez años, como voceador de La Región, el periódico local era muy popular y el oficio de venderlo se puso por un tiempo de moda entre los niños de barrio, por lo menos del mío.
  16. Trabajé como aseador de calzado; primero fui ambulante, luego tuve un lugar bajo los fresnos de la calle 5 de mayo en la esquina con el actual boulevard del antiguo Ferrocarril, después lo hice en el Jardín de Tula.   
  17. Fui alumno regular en la escuela secundaria “Tollan”; en segundo grado comencé a destacar en oratoria y en literatura, no así en los deportes ni en la academia… mucho menos en manualidades ni artes plásticas ni oficios.
  18. Pertenecí al taller de Ajustes Mecánicos. Mi generación me recuerda porque, ante la negativa del profesor para que yo pudiera salir al baño, la naturaleza me obligó a hacerlo debajo de los lavabos del taller. Mi amigo Ignacio Rojas Martínez, hoy jubilado de PEMEX y un gran socorrista de la Cruz Roja, me dio confianza para que lo hiciera, no bien estaba yo sentado en ese menester cuando él mismo abrió la puerta del compartimento y me dejó inerme a la vista de todos.
  19. Durante mi época de secundaria pertenecí a la que muy posiblemente haya sido la generación más brillante de oradores que hayan dado la secundaria “Tollan” y la propia ciudad de Tula, junto a los finados Ignacio Godínez Carbajal y Faustino Mora Peñaflor. Eran los tiempos de “La Huaja”, “La Cacha Micaila”, “¿Por qué me quité del vicio?” y “Los Motivos del Lobo”.
  20. Mi gran benefactor, el Profesor Javier Buitrón Maldonado, me promovió como orador con singular impulso, en la secundaria me acompañó personalmente a varios certámenes; me concedió una beca para cursar la preparatoria en la Escuela “Profa. Sara Robert”, desde donde me abrió importantes espacios. 
  21. Fui orador en el acto por el primer aniversario luctuoso de Don Guillermo Álvarez Macías en Ciudad Cooperativa Cruz Azul (1977), recibí para mis estudios un apoyo temporal que llegó vía el Club Deportivo, que agradecí, que aproveché y que desapareció sin más.
  22. Mi primera y fugaz novia fue Araceli Salinas Luna, eran los novedosos tiempos de la Refinería; obviamente la cosa, al fin “de chocolate”, se disolvió a las primeras de cambio.  
  23. Siempre deseé jugar al fútbol, aunque mis dotes atléticas nunca fueron una garantía. El primer equipo en que jugué cascaritas fue el Oro de Barrio Alto, no pertenecí al cuadro ni a las reservas, cuando mucho a la porra. En lo futuro vinieron varios equipos que me permitieron jugar algunos minutos, medios partidos, partidos completos; tuve suerte de anotar dos goles olímpicos, ambos en canchas de la unidad deportiva de Tula, con diez años de diferencia. Hoy juego todavía con el equipo Oro (de Barrio Alto-Denguí) en el torneo de 50 años y más.
  24. Hacia 1978 comencé a leer y a escribir poesía, no he dejado de hacerlo. He recopilado todos mis versos escritos hasta hoy en un volumen bajo el título de “Tarde o temprano”. Lo publicaré con otro nombre, porque ya hay uno de José Emilio Pacheco y uno más de Elizabeth Adler que así se llaman.
  25. Debió haber sido en mis años de adolescente cuando terminé por aceptar que mi confusión respecto de los colores no era por tonto, sino porque soy daltónico de nacimiento: tengo problemas para distinguir todos los tonos cafés, para discriminar entre cualquier verde, y para reconocer cualquier color café. A menudo me engañan cuando van juntos el rojo y el café.
  26. El autor de mi inolvidable tiempo adolescente fue Mario Benedetti, su Inventario fue mi libro de cabecera casi toda la juventud.
  27. Tuve las primeras noticias sobre la música de protesta, me adherí a su gusto y elegí a Nacha Guevara como mi artista favorita de esos años. Fui, solo y sin nadie más que mi propia alma, a ver un concierto suyo en el Teatro de la Ciudad en CDMX, de camino compré ¡en una taquería! De la calle de Donceles un manojo de claveles que tenían como adorno en un florero, al terminar el concierto (qué seguí crispado, con las manos sudorosas, calculando el golpe) burlé la vigilancia y subí al escenario para entregárselo a la cantante argentina que apareció en mis sueños todos los días durante muchos años.
  28. Mi primera publicación fue “Poemas de Curso”, un apartado en la sección literaria del diario El Nacional, que aún conservo.
  29. De ser bolero pasé a trabajar como empleado en las taquerías de Don Jesús Jiménez, Don Chuy también me dio trabajo en un carrito de hot dogs. Él y su esposa Doña Alicia Escoto fueron siempre gentes de muy buen corazón; hoy guardo ese aprecio para sus hijos y nietos.
  30. José Alfredo Jiménez Escoto, hoy brillante jurista, me prestó la bicicleta en la que aprendí a pedalear dando vueltas al Jardín Constitución de Tula.
  31. Fui un intento de mesero adolescente en el Restaurante “El Cazador”, de Don Celso Martínez, que operaba en la Calzada Melchor Ocampo y en donde aprendí cosas de la cocina. Aún hoy saludo con particular alegría a Doña Marcela, que en esos entonces era mi patrona.
  32. Pasé años venturosos trabajando en el mercado municipal como empleado en la carnicería de José Escoto, en el puesto de frutas de Juan Castillo donde aprendí el valor del servicio al cliente y la calidad de las frutas, que de vez en vez probaba.
  33. A los 16 años me fui de la casa materna en la colonia San José; me dieron refugio en la casa de la familia Jiménez Cruz y por una temporada fui hermano de Marcela, Mauro, la propia Lety -que era mi novia y dejó de serlo por esa razón- Marcelo, Malena, Janet y Memo. ¡Gracias, Doña Hortensia!
  34. En paralelo a mi vida de estudiante, trabajé como empleado en el popular restaurante “La Calandria” de José Sánchez Jaramillo, cuando ya había concluido su sociedad con Horacio Nares Pérez. Ahí aprendí a comer bien, ¡qué mole de olla y qué sopa de médula preparaba la legión de cocineras que hizo historia!
  35. Después de soñar con una vida universitaria en Guadalajara o en Veracruz, tras acreditar los exámenes de ingreso a la UNAM y a la UAM, en 1984 me fui a la Ciudad de México para estudiar periodismo y comunicación en la ENEP Aragón de la UNAM.
  36. En octubre de 1980 llegué al departamento donde vivía, en el número 55 de la calle de Minería en la Colonia Escandón, un grupo de jóvenes de Tula, a cuyo frente estaba Víctor Manuel González Aguilar.
  37. En los inicios de mi carrera universitaria en CDMX, Eduardo García Bolio me abrió el camino para conocer el arte musical de Joan Manuel Serrat (en el álbum dedicado a Antonio Machado), a quien sigo hasta la fecha con discreta devoción.      
  38. Mi vida universitaria estuvo llena de buenas personas que me tendieron siempre su mano; guardo gratitud sin medida para quien me acompañó en esa parte de la vida, en especial para mis maestros Hortensia Moreno Esparza, que dirigió mi tesis de licenciatura, y Salvador Mendiola Mejía, que me enseñó semiótica y poesía.
  39. El entrañable Carlos Conrado Figueroa Herrera me dio en 1983, al dejar vacante su espacio y proponerme para la tarea, mi primera oportunidad para trabajar en nuestra profesión, como analista y redactor en unidad de análisis e información de la Cámara de Senadores.
  40. Mi horario de trabajo en la elaboración de la síntesis informativa del Senado de la República, en Donceles y Allende, era de las 3 a las 10 de la mañana; yo vivía en una pensión para estudiantes en Zacatenco y no tenía modo de hacerlo a esa hora más que en bicicleta. Así que, a escondidas de sus padres, Hugo Hernández Guerrero me prestó la suya, que usé y devolví meses después, cuando compré una.
  41. Tuve mi primera bicicleta casi a los 20 años, la compré para trabajar, la quería arreglar con todos los detalles que había visto, cuando fui a comprarle la cámara de repuesto y su bomba para llenar las llantas, el policía vigilante de la tienda en el centro histórico de CDMX se la robó mientras yo estaba en el mostrador. Al reclamarle, aceptó el delito, pero solo conseguí que me pagara la mitad de lo que valía la bici.
  42. A Carlos Martín Cruz Álvarez, mi amigo mejor de la etapa universitaria, le debo el sentido de la vida, de la amistad desinteresada, el culto a la trova cubana clásica y la certeza de que siempre hay un corazón bueno cerca de ti, que Dios te manda sin avisarte, sin pedirte permiso (no tendría por qué). No sé qué ha sido de él, lo perdí; anhelo volver a saber de él.
  43. De esa misma generación en la ENEP Aragón, del mismo grupo, en la misma aula, formó parte el desaparecido Eduardo Gómez Mora, comunicador hidalguense con quien mantuve amistad hasta el día de su partida. Aún conservo de esos años la amistad sincera y mi gratitud eterna para Alfredo Rodal Vallejo, gran hombre de palabra y de dos idiomas.
  44. Al terminar mis estudios universitarios volví a Tula, mi tierra; un comerciante de flores del mercado municipal que me había conocido desde niño me encontró y me preguntó que en dónde había estado todo el tiempo que dejamos de vernos, le dije que me fui a México a estudiar. – ¿Qué estudiaste?, preguntó -Comunicación, le dije orgulloso. – ¿No te hubiera mejor convenido meterte a la universidad?, me dijo muy serio y reflexivo. Es neta.
  45. Cuando volví a Tula, con ganas de ejercer mi profesión, caigo en la cuenta de que no había más medios de comunicación que el periódico La Región, que yo vendía gritando en las calles. Su director, Don Francisco Tovar, me permitió publicar algunos textos, desde luego sin paga alguna.
  46. El 14 de julio de 1984 por la mañana, en la presidencia municipal de Tepetitlán, Hidalgo, acompañados solo por nuestros familiares más cercanos, Maricela y yo contrajimos matrimonio civil, después de catorce meses de noviazgo; dos corazones fuertes, una pareja frágil. Hoy tenemos dos hijos, una nuera y un yerno, dos nietos, una nieta en camino, un modesto patrimonio compartido; ella trabaja mucho camino a jubilarse, yo trabajo mucho sin visos de retiro y sin paga. 
  47. Era el otoño 1984, mi compañero y antiguo contendiente en oratoria Ignacio Godínez Carbajal dirigía el comité local de un partido político; le conté que estaba de regreso en el pueblo con ganas de hacer algo, me invitó a la política -que en ese momento para mí era lo único que se parecía a lo que yo sabía hacer bien- y acepté. Así inició mi breve carrera en la política y después una trayectoria en la administración pública, que duró 28 años y que incluye un breve período como trabajador eventual en la Refinería “Miguel Hidalgo”.
  48. Casi tres décadas desempeñé trabajos variados en el servicio público, el primero de ellos fue como secretario particular del presidente municipal de Tula de Allende, Hidalgo, México; el último de ellos fue como director general de un instituto tecnológico de educación superior, el ITSOEH. La gloria y el infierno.
  49. Participé en el proceso para la instalación y operación de la estación radiofónica La Voz de Los Atlantes (89.3 FM) en donde hice sin salario programas en vivo, después hice el primer noticiario por TV que tuvo Tula, y hasta hace poco tiempo colaboré en la estación comercial de esta ciudad.
  50. Para 1987 comencé en la actividad docente como profesor de Redacción en la preparatoria “Sara Robert”. He enseñado, además, en el Tecnológico Victory, en la preparatoria “Morelos” y en el Bachillerato “Cruz Azul”.
  51. Junto a la enseñanza cultivé la investigación, que me permitió dar forma a tres libros sobre comunicación humana expresión oral y expresión escrita, dos de ellos ya publicados y agotados. El otro, en una larga y prometida espera.
  52. Como docente en el nivel superior, impartí en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, gracias a la Doctora Edna Becerril Lerín; en la UTTT, CENUA, UNID, UTVM, UPFIM e ITOSEH.
  53. En el año 2000, en condiciones de desempleo, fundé en Tula la primera consultoría especializada en comunicación e imagen pública.
  54. En 2003 comenzó a publicarse la revista DeFrente, que hoy sigue a la vanguardia de los medios de comunicación que hacen géneros periodísticos. Con esta publicación, mi compañera, mi aliada, mi hija predilecta, mi confidente, mi refugio, mi fuga, guardamos grandes deudas de gratitud, la más grande de todas es con el ingeniero David Jorge Gómez, con quien algún día saldaremos todo.   
  55. Me había titulado de la Licenciatura, así que me especialicé en análisis político para la comunicación social política mediante un diplomado, me certifiqué como locutor de radio y televisión cuando todavía se presentaba el mítico examen de dos días, concluí la Maestría en Educación, me registré como capacitador externo en la Secretaría del Trabajo, me certifiqué en competencias y vacié todo eso en el Instituto Comunicación Para Líderes.
  56. Me han perseguido toda mi vida las luces y las sombras, los grises más que los colores brillantes, los oscuros más que los claros, los agrios más que los dulces, el goce y el gozo, la altura y la profundidad. Creo en Dios, soy deliberadamente católico.
  57. Adicto al café, prefiero la soledad frente al ruido social, aprecio la música, jamás aprendí a cantar, tampoco, (sobre esto, he tenido arranques de cinismo en público), leo y escribo, aprendo, de vez en cuando enseño y siempre, siempre sueño. Poco a poco he ido tomando a mi cargo las riendas de esta mi vida, mi intensa y maravillosa vida.