El vengador anónimo
La vida trascurre para todos entre el bien y el mal.
Desde pequeños nuestros padres nos orientan a preferir el bien, porque los niños en particular y los seres humanos en general somos esencialmente buenos.
Así que muy pronto nos identificamos con los personajes “buenos” del cine y de los programas de televisión.
Bueno, así es para la mayoría de las personas; sólo unos cuantos, a quienes se les criticaba supuestamente por “inadaptados” o “rebeldes” o “apocalípticos”, estaban del lado de “los malos”.
Y así había sido en nuestras vidas hasta hace algunos años en que, por razones todavía no muy claras, comenzó a aumentar el número de personas que abiertamente se pasaron del lado del mal.
En espectáculos tan arraigados en la tradición popular mexicana, como es la lucha libre, los técnicos, los “limpios”, los “buenos”, arrastraban simpatías y voluntades.
Las arenas se volvían una sucursal del cielo cuando los técnicos derrotaban a los rudos.
Pero hoy, las cosas ya no son como antes.
En el deporte del pancracio son cada vez más y más los que están del lado de los rudos, de los malos; y en el público las cosas ya están francamente parejas.
Eso mismo está pasando en la realidad.
Entre las filas del crimen hay cada vez más adeptos y, claro, entre los inocentes hay cada vez más víctimas, como la pequeña de cuatro años que murió de un balazo hace tres días cuando un asaltante, ¡de dieciséis años! le disparó mientras forcejeaba con el padre de la menor, que se resistía.
Siguiendo de cerca las noticias de los hechos que han ocurrido en estos años recientes, hemos detectado el resurgimiento de una figura que, si bien formaba parte de las historias literarias sobre policías y ladrones, hoy está entre nosotros: el vengador anónimo, un poco al estilo de la saga cinematográfica protagonizada por Charles Bronson en los años ochenta del siglo pasado.
El drama que vivieron la madrugada del pasado 1 de noviembre los pasajeros de la ruta San Mateo Atenco a Ciudad de México, a quienes cuatro asaltantes despojaron de sus pertenencias, y uno de los usuarios cobró la vida de los cuatro maleantes a balazos, recuperó los objetos robados los devolvió a sus dueños, es la historia más reciente de un vengador anónimo.
Por la alta incidencia delictiva, el Estado de México en su área megalopolitana se ha convertido, junto con la capital del país, en el principal centro de apariciones de vengadores anónimos.
En los últimos dos años, pasajeros del transporte público han enfrentado y dado muerte a más de 15 presuntos asaltantes, tan sólo en municipios del Estado de México.
Unos han sido policías, municipales, estatales o federales, en servicio o en días de asueto, algún otro ha sido militar, los que principalmente han asumido este papel de justicieros.
En el perímetro de Naucalpan, el 16 de agosto de este año, un pasajero liquidó a tiros a dos maleantes y años antes, en 2012, un viajero privó de la vida a un ratero en Tlalnepantla.
En Coahuila el 23 de mayo de este 2016, un par de asaltantes atacó a un autobús, uno de los ladrones perdió el control, después de haber matado a un pasajero que se opuso y abrazó a su hija para protegerla, comenzó a disparar a diestra y siniestra, y ante el temor de que se desatara una masacre, su propio cómplice lo mató de un balazo.
En la misma primavera de este año que ya se termina, un pasajero que viajaba en la ruta Tepeji del Río al Toreo asesinó a dos asaltantes de entre 35 y 40 años de edad a la altura del kilómetro 43 de la carretera México -Querétaro.
Así que, como usted sabe y recuerda, a lucha entre el bien y el mal ha existido y existirá, como lo reflejan, por ejemplo, las grandes obras literarias de las culturas antiguas y modernas, entre ellas las tragedias griegas, por ejemplo.
Seguiremos debatiéndonos entre la vida y la muerte, entre el crimen y el castigo, entre delincuentes públicos y vengadores anónimos.
Y en verdad, todos, por el bien de nuestras familias y de nuestros bienes, deseamos que cada vez haya más buenos que malos.