Otoño, la Tercera estación de la vida

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El nombre de otoño proviene del latín autumnus que significa aumento y en castellano es sinónimo de cambio. Etimologistas han tomado estas mismas referencias para definir la palabra otoño relacionada a las estaciones como plenitud del año.

El otoño es la tercera estación del año, situada entre el verano y el invierno, comprende un lapso de 89 días, iniciando aproximadamente del 22 o 24 de Septiembre, en donde las noches duran más que los días.

Es esta época las temperaturas comienzan a hacerse más frías, los árboles pierden sus hojas y verdor, volviéndose amarillentas hasta que se secan y caen.

En este contexto se enfatiza la existencia de cambios, como podemos observar en la misma naturaleza con las estaciones del año y de cierta forma en la vida pasa lo mismo.

El modo en el que vamos desarrollándonos tiene similitud a las estaciones propias, pues claro está, cuando somos niños todo nos asombra, todo es nuevo, el resplandor de las cosas llena de alegrías nuestros corazones e ilumina con maravillas nuestros ojos.

De niños vivimos nuestra propia primavera, conforme el tiempo pasa los años se precisan en nuestro cuerpo y pensamiento, vamos creciendo a la par de que las cosas evolucionan por sí mismas.

Tenemos cambios tanto físicos, como emocionales y en un sentido literario son considerados como cambios estacionales he aquí en nuestra vida cuando la etapa de la adolescencia entra en totalidad, haciendo semejanza de un verano dichoso, la calidez de los momentos engrandece nuestro espíritu, llenándolo de sueños y metas por cumplir.

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Después de estas dos formidables estaciones o etapas, la vida nos encamina al otoño, que de manera literal es considerado como el trayecto de la madurez humana.

Bueno, se preguntarán ¿Qué es la madurez?, pues es un ideal de valor, en este punto se debe de ser consiente, puesto que si lo estamos asociando con el otoño, nuestro pensamiento debería de ser conciso de tal manera que con el tiempo nos vamos deshojando de lo caduco y superficial, pero desafortunadamente la sociedad actual, con frecuencia valora más el tener que el ser.

En un sentido más extenso la madurez significa el cumplimiento o perfección de nuestra propia naturaleza, el punto más alto de la vida.

Se trata de un proceso unidireccional, progresivo, no de un simple cambio. El proceso de maduración es un recorrido que culmina en la adquisición de todo aquello que un día cosechamos. Los frutos obtenidos son trabajo, patrimonio, familia, bienestar y armonía.

Todo está en su punto, en su proporción, en su única perspectiva. Esta armonía se traduce perfectamente entre lo que uno es y lo que uno profesa ser, y su expresión más categórica es la constancia a los propios compromisos generando firmeza para mantenerse fiel a ellos.

En una persona prudente no hay lugar ni para la hipocresía ni para la insinceridad y de modo filosófico una persona es más humana cuando alcanza la madurez.  De este modo, la madurez consiste en la conformidad entre el modo como vivimos y nuestra verdadera naturaleza.

Este es el sentido del otoño en la naturaleza y en la vida misma del ser humano; para ambos, sin embargo, en un tiempo breve ha de llegar el invierno.


Susana Guadalupe Villeda Olvera

Ingeniero en Biotecnología/Biotecnología Ambiental UPP