Por Fernando Alfonso Ávila
Celebramos por estas fechas 206 años de lucha, de aguante valeroso, de sacrificio, de sensibilidad y victoria. Y en una remembranza real hablaremos de conmemorar también dos siglos de mentiras, de traición, de violencia, de mala educación y pobreza en más de la mitad de los paisanos.
Esta nación siempre tiene dos caras: una la del color intenso de las tunas, los campos, y las flores. El sabor del pulque, los dulces, las frutas frescas y el chile piquín. La del aroma del campo, la tortilla en el comal, y los tacos al pastor.
Y la otra: el de los juegos chuecos, la trampa, de la mentira, de la intolerancia, de la profunda deslealtad de los gobernantes a los gobernados, de la falta de ley, del valemadrismo ecólogico, de la mediocridad laboral, la violencia intolerable y la pobreza inmensa.
Hoy haciendo cuentas de lo que somos, de lo que fuimos y de lo que seremos, en pleno festejo del bicentenario aparece una figura en la historia de nuestro país que sigue siendo hoy por hoy el emblema cultural de México alrededor del mundo: el charro. Y que más orgullo para los habitantes de la tierra que lleva el nombre del padre de la patria que saber que es este estado la cuna del deporte nacional, la charrería.
HIDALGO CUNA DE LA CHARRERÍA
En textos de Don Domingo Villa, hidalguense considerado como el primer escritor de la Charrería, se afirma que las faenas charras tuvieron su origen en 1619 en la región de los Llanos de Apan, a partir de que un grupo de mestizos e indígenas (quienes no tenían permitido por los españoles montar a caballo) se les encomendó realizar labores del campo en grandes extensiones de tierra así como pastorear a más de 100 mil cabezas de ganado (lo que ameritaba el uso del caballo) y que fue permitido por el Virrey Luis de Tovar Godínez.
A partir de ese momento los mestizos e indígenas se mostraron interesados en el adiestramiento de ganado, heredando la actividad a sus generaciones próximas.
Aunque es Apan el municipio considerado por tradición como cuna de la charrería, los documentos consultados, hablan generalmente de los Llanos de Apan, y estos a su vez comprenden los municipios hidalguenses de Almoloya, Cuautepec de Hinojosa, Emiliano Zapata, Tlanalapa y Tepeapulco, así como Calpulalpan y Tlaxco en Tlaxcala y Otumba en el Estado de México.
LA CHARRERÍA PROFESIONAL
Cuando de la Región de Apan comenzaron a emigrar los indígenas y mestizos a otros estados de la república en busca de mejores oportunidades debido a que las haciendas hidalguenses habían dejado de ser unidades económicas, buscaron en sus nuevas regiones sitios para seguir practicando esta actividad que breve se convertiría en un deporte.
Fue en 1880 cuando la Charrería profesional tuvo su origen, encabezada entre otros por el famoso “Charro Ponciano” (Díaz), un intrépido jinete nacido en la Hacienda de Atenco Hidalgo (la primera ganadería que se estableció en América). Este hombre convirtió la actividad en espectáculo, combinando la charrería con la tauromaquia, siendo el primero en ejecutar la suerte de banderillas a caballo, hoy, decenas de lienzos charros y plazas de toros (entre ellas las de Tula, Hidalgo) llevan su nombre.
Durante el periodo del gobierno de Manuel Ávila Camacho, en la década de los 40, la charrería fue declarada Deporte Nacional, y antes, Don Pascual Ortiz Rubio en 1930 instauró el 14 de septiembre como Día del Charro.