¿Se murió la utopía?

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El neoliberalismo se mal estudió, se mal entendió y se mal aplicó: los gobiernos mexicanos de la post revolución lo usaron para ampliar las diferencias entre ricos y pobres, entre posesores y desposeídos.

De paso, unos pocos se enriquecieron cínicamente obteniendo para sí y para los suyos, el dinero sucio con que hicieron operaciones -hoy muchas a la vista de todos.

En el mismo sentido se mal estudia, se mal entiende y se mal aplica la participación democrática, en la forma de un gobierno para el cambio.

Han llenado el camino de venganzas, de arrebatados impulsos, que nublan e impiden mirar con claridad las buenas acciones de castigar a los ladrones y corruptos de antes, no así los de ahora.

Solo hemos cambiado a una élite experta por otra élite en formación (cuando se haya consolidado veremos de lo que es capaz, en lo mismo que sus antecesores).

La principal herida, mortal, se la han causado a sí mismos y a las personas que gobiernan, cuyos limpios intereses dicen representar.

El peor de los efectos es el riesgo de desaparición automática del método (¡Pobre Descartes!), de la anulación del pensamiento lógico (¡Ay!, Aristóteles), de la humillación al método científico y sistémico (caput, Bertalanffy).

Andar a ciegas, a tontas y a locas, por el mundo que naturalmente está regido por leyes, por principios, augura la muerte a la que -de este modo- se llega temprano o tarde por atajos.

Ya sabemos a donde ha llegado el neoliberalismo, avasallador de todo humanismo; pero… ¿a dónde va la izquierda en el siglo XXI? ¿Se murió la utopía?

Allá ellos.