¿Son realmente peligrosas las antenas de telefonía?

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La gente ha salido otra vez a la calle. Protesta. Expresa de muchas maneras su inconformidad.

Esta vez, como en muchas otras, la causa es la salud de las personas, de las familias, de la comunidad.

Ya han llevado escritos a la presidencia municipal, y han buscado a otras autoridades para que les hagan caso.

Hasta el momento, han conseguido que se suspendan los trabajos… La obra está detenida. Pero el peligro es latente y la preocupación no cesa.

Se trata, una vez más, de la instalación de una antena para distribuir señal de telefonía celular.

A las cinco distribuidoras de señal que ya operan desde hace diez años o más en la Ciudad de La Serpiente Emplumada, de los principales corporativos internacionales que comercian con el servicio de telefonía, se pretenden sumar algunas otras como la de Iturbe, San Marcos y la Colonia Alvarado.

Pero los habitantes de esos lugares, al igual que en otros municipios como Tepetitlán, han decidido impedir su instalación y operación, bajo el argumento de que causan enfermedades, particularmente cáncer.

Las opiniones están divididas. Algunos afirman que sí, que son peligrosas. Otros aseguran que no representan riesgo alguno y que, por el contrario, son un signo de progreso, de modernidad.

En el año 2002, la revista Discovery Salud, difundió un estudio según el cual las radiaciones electromagnéticas sí dañan gravemente la salud de los seres vivos y afirma que han sido miles los que han muerto por esa causa, en diversos países.

“Cuando alguien afirma que no está demostrada ‘científicamente’ la causa de todas esas enfermedades y muertes demuestra que es un ignorante o un manipulador”, sostiene el especialista José Antonio Campoy en aquella publicación.

Desde 1972 cuando en la Unión Soviética se encendió la alerta sobre el peligro de los campos electromagnéticos sobre la salud, hasta nuestros días, en el mundo entero se han documentado casos.

Informes de investigaciones en universidades norteamericanas, y europeas -especialmente en Australia y en Alemania- concluyen que sí existe algún tipo de relación entre ciertos tipos de cáncer, y abortos, con las ondas electromagnéticas.

Pero en México, en Hidalgo, en Tula, la incertidumbre acerca del posible daño o no de la radiación que emiten esas antenas no está resuelta.

Algunas empresas interesadas en el negocio han comenzado a mentir incluso sobre el tipo de construcción que se realiza, para lograr el consentimiento de las comunidades.

Por su parte, algunos grupos de inconformes han usado argumentos radicales, como sembrar el pánico al afirmar que desde el inicio de las operaciones de la antena sobrevendrán desgracias que matarán a cientos de personas, animales y plantas, automáticamente.

Lo cierto es que hoy, entre mentiras y verdades, entre ciencia y prejuicio, entre temores sociles por el peligro de muerte y las ansias de progreso, las antenas están detenidas… y así van a estar por un buen tiempo más.