Cuando llega la hora de votar, también llega la hora de hacer un corte de caja. Y entonces el ciudadano observa, analiza, suma, lo que los gobiernos fueron capaces de hacer o de dejar de hacer durante sus respectivos periodos.
Las críticas que se generan desde la óptica responsable ciudadana, a lo largo de las administraciones, deben ser tomadas por las autoridades como oportunidades para mejorar, sobre todo las que se alejan del choque político y son meramente reflexiones que contribuyen (Sí, las hay).
De tal forma que, en la estricta suma que en Tula la ciudadanía deberá hacer, además de los innumerables escándalos en los que se han visto involucrados personajes del Gobierno local, tienen que aparecer los resultados que realmente generan beneficios tangibles para la sociedad.
Y entonces nos preguntamos ¿el trabajo realizado por la autoridad ha sido suficientemente sólido para anteponerse a la crítica negativa que se alimenta precisamente de los hechos menos afortunados? Esta respuesta no es más que de la ciudadanía, la misma saldrá a votar en junio próximo.
La autoridad tulense presume que el gobierno que encabeza el alcalde Jaime Allende es “el máximo generador de obra pública en la historia de Tula” y pese a que hay a quien no le gusta el término, de acuerdo con cifras comparadas con los resultados de administraciones anteriores resulta que, efectivamente ostenta esa posición.
Para haber conseguido el título, varios fenómenos coincidieron entre sí, como el haber gozado de un periodo extraordinario de cuatro años y siete meses, así como las inversiones millonarias que desde el gobierno federal fortalecieron con cifras sin precedentes no sólo al gobierno tulense sino a Tula mismo.
Y entonces más allá de ideologías o de la poca compatibilidad con la forma de hacer política de los actuales funcionarios públicos, hay varias obras que ciertamente han representado beneficios para las comunidades, y cuyos efectos forman parte importante en el natural corte de caja del que hablamos.
Destaca la puesta en marcha de la Universidad Politécnica de la Energía (UPE), que por ahora opera en el centro de la ciudad, pero para la que ya se construye la nueva sede en terrenos que donara el ejido de Zaragoza, y la rehabilitación de la Antigua Estación del Ferrocarril.
Luego de un año de operaciones y consolidación la nueva sede de la UPE ya comenzó a construirse, muy cerca de la Loma de San Miguel Vindhó y de Bomintzhá, desde donde se adelantó que se aspira a concretar una “ciudad universitaria”, mientras que ya se sabe de inversionistas particulares interesados en adquirir terrenos en la zona.
Por otra parte, la Antigua Estación del Ferrocarril, con su buena dosis de nostalgia, se consolidó rápidamente como un complejo cultural por excelencia, y es que no han sido pocos quienes soñaron con ver el proyecto como hoy se ve, sino que en su momento aportaron para consolidar los trabajos. Pase lo que pase, en la historia del recinto, su reactivación se ubicará en el periodo que comprende la actual Administración.
Se podrá entonces criticar y alzar la voz, porque eso resulta sano, y a veces hasta de eso se trata, pero ninguna voz atenúa las experiencias de jóvenes con escasos recursos que no pudieron ir a estudiar una carrera universitaria a otra ciudad y que ahora lo hacen en la UPE, o de niñas y niños quienes comenzaron a construir una exitosa carrera artística en la ejecución de instrumentos musicales, canto, danza, o teatro, con sus primeras clases en la Antigua Estación del Ferrocarril.
Probablemente en otra entrega nos dediquemos sólo a enfatizar las carencias y las fallas de una u otra autoridad, pero por ahora la invitación es a valorar los avances que sí contribuyen a mejorar Tula.