USA: También ganó el cansancio

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No se puede juzgar a una sociedad entera por la conducta de uno solo de sus individuos, eso es sabido y aceptado; pero cuando ese individuo es una persona pública que de la vida empresarial y financiera pasa a la vida política y se convierte en el presidente de los Estados Unidos de América, esa es otra cosa.

¿Qué impulsó en definitiva el resultado de las elecciones presidenciales norteamericanas? Hay que vivir allá para saberlo con claridad.

Lo cierto es que, desde afuera, lo que se mira es el efecto en el país más poderosos del mundo, de un fenómeno que ha crecido desde el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak en la llamada Revolución Egipcia de 2013: el cansancio de las sociedades respecto a la autoridad constituida.

La gente en el mundo entero está harta. Vive una especie de crisis adolescente en la que nada le acomoda y en los cinco continentes hay movimientos de protesta que cobran las formas más inverosímiles y hasta aberrantes.

El abrupto ascenso del animalismo es apenas una burda muestra de la transformación de los enfoques: de la defensa de los derechos humanos a la bandera de los derechos de las minorías étnicas o de las sexuales preferencias múltiples, de la equidad de géneros al surgimiento del papel sustitutivo de las mascotas sobre las parejas y los hijos.

Desorientada, confundida, gastada, cansada, la población del mundo, organizada en sociedades nacionales, va tomando a medida que el tiempo sigue su marcha distintas banderas.

Una de esas expresiones es el viraje inesperado en los procesos electorales o en las consultas populares, como fue el reciente caso de la polémica decisión de los ingleses para mantener al Reino Unido dentro de esquema de la Unión Europea.

El dilema se está resolviendo en favor de la gente, pero sin un rumbo determinado, es como uno de esos espectáculos fugaces en los que por unos instantes puede mirarse una obra de arte que al momento desparece a la vista de todos y para siempre.

Un día, de pronto, la población del nuestro vecino país del norte, en particular el grupo racial mayoritario que es el sajón, amanece con la idea brillante de recuperar su grandeza como auto erigido salvador del mundo y… a darle.

Al menos una cosa sí ganan los norteamericanos, y el mundo entero: comúnmente, los políticos muestran un rostro antes de llegar al poder, y otro muy distinto, su verdadera cara, cuando ya están encumbrados.

Donald Trump, el esperpéntico y estrafalario, el misógino y acosador (ese sí, no como otros), el discriminador, se ha mostrado tal como es y es muy probable que no cambie mucho cuando comience a fungir como el presidente número 45 del país más poderoso del mundo que, con todo y su riqueza, también tiene sus episodios de miseria.