¿JUNTOS O REVUELTOS? TENDENCIAS Y LENGUAJE NO SEXISTA

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Por Fernando Alfonso Ávila Hernández.

La vida en general, desde su esencia misma, está hecha de contrastes: un claro y un oscuro, un arriba y un abajo, un afuera y un adentro, un todo y un nada… en fin.

La existencia de esos polos opuestos es precisamente lo que genera las atracciones que impulsan la dinámica en todo lo que somos, en todo lo que hacemos, en todo lo que vivimos.

En estas relaciones, que pueden ser simples o complejas, según cada quien quiera verlas, los unos dependen de los otros.

El blanco alcanza su razón de ser en el negro, como el calor en razón del frío, la hembra en función del macho, el hombre en razón de la mujer. Se hacen necesarios el uno al otro.

Y no es raro que, a pesar de ser indispensables uno y otro, entre ellos aparezcan diferencias, conflictos, luchas de poder, disputas por el dominio de uno sobre otro.

Así ha sido la larga historia de las relaciones entre los hombres y las mujeres en la especie humana, dentro de su vida en sociedad.

Hoy, cerca de cumplirse ya las dos primeras décadas del siglo XXI, parece que la complementariedad de hombres y mujeres ha quedado atrás y ha dado lugar a una falsa pugna: ellos representados por el machismo y ellas representadas por el feminismo.

Desde los años 70 del siglo veinte en que iniciaron los movimientos de “liberación femenina”, hasta nuestros días, los naturales logros culturales, sociopolíticos y en el terreno de los derechos humanos, alcanzados por las mujeres, se han querido ver como avances asociados a una competencia entre géneros.

Muchos países, México entre ellos, han consignado en sus leyes los temas de igualdad, equidad y paridad entre géneros, y no pocos los han visto como concesiones de los sistemas masculinos de poder y de gobierno.

La lucha por la igualdad y la defensa de los derechos de las mujeres, ha sido impulsada por drásticos casos de injusticia contra ellas en todo el mundo; en México ha cobrado la forma radical de feminicidio.

Alrededor de esto, se ha desatado una curiosa confrontación, que busca concretar la igual en los hechos y reflejarla en el lenguaje que se usa para nombrar, describir, narrar o explicar los hechos.

De ahí se desprendió la corriente que defiende que no solo debemos decir amigos, compañeros, nosotros o ciudadanos, sino que obligadamente debemos mencionar a unos y otros: amigas y amigos, compañeras y compañeros, nosotras y nosotros o ciudadanas y ciudadanos.

Para unos, esta forma de lenguaje, inclusivo porque abarca a ambos géneros, es en realidad un lenguaje discriminatorio precisamente porque separa a uno y a otros.

Pero la tenencia ha ido más allá.

En los tiempos actuales, los gobiernos en el mundo, y en México, han querido mostrarse como estructuras de avanzada al incluir en sus leyes los derechos de las minorías -incluidas todas las formas de la diversidad sexual-, el matrimonio igualitario entre personas del mismo género, la adopción de menores por parejas de homosexuales, el aborto legal.

Sin haber resuelto en los hechos concretos de la vida cotidiana los problemas que genera la lucha entre hombre y mujeres por la supremacía del mundo (aunque ella y ello digan que no están en guerra, lo cierto es que sí lo están), se ha buscado modificar las formas de lenguaje y con ello se busca modificar las formas del pensamiento, al crear un sistema denominado “lenguaje no sexista”.

Para los especialistas, el uso innecesario o abusivo del masculino genérico es un obstáculo a la igualdad real entre mujeres y hombres porque oculta a las mujeres y produce ambigüedad, por lo que ha de evitarse su utilización en textos y documentos. Para sustituir el masculino genérico se emplearán términos colectivos, abstractos o vocablos no marcados, perífrasis o metonimias.

Lo que se ha conseguido es un sub-lenguaje que aparenta reflejar un pensamiento igualitario, pero que en realidad esconde un toque de humorismo y hasta de sarcasmo, cuando no una buena dosis de frustración masculina que se desahoga en diversas formas de “venganza social” manifiesta desde pequeños desprecios y que ha podido llegar a auténticos crímenes de género.

Dentro de esta realidad, por cruda que parece (que sí lo es), estamos todos (bueno, todas y todos): está usted, está su familia están sus hijos. Y, claro, en esto -como en todo- la opinión que para nosotros es la que importa, es la de usted.