Por: Mtro. Luis Manuel Gamboa Cabezas (INAH-ZA TULA)
La Catrina, una mujer cadavérica que ostenta vestimenta de gala, forma parte de la cultura popular mexicana.
Su creador fue José Guadalupe Posada (quien vivió de 1852 a1913), un ilustrador y caricaturista que usaba personajes cadavéricos para publicar y criticar la situación socio- política por la que pasaba el país a principios del siglo XX.
Posada, le llamó Calavera Garbancera, en alusión a las mujeres indígenas que vendían garbanzos en La Alameda, quienes trataban de imitar la vida europea de las mujeres acomodadas.
Los indígenas tenían un nombre para esta mujer, le llamaban Xinolah, que se refiere a una mujer catrina citadina, dama o señora.
Por su aspecto cadavérico, lo relacionaban con Tonatzin, nuestra diosa madre, que se funde en un sincretismo con la Virgen María, es quizás por esto, que fue ampliamente aceptada entre el pueblo.
La mayor popularidad de la Calavera Garbancera, fue durante el gobierno de Benito Juárez, cuando comenzó a ser parte de los textos que se acompañaban de dibujos de personajes que mostraban su calavera o alguna parte del esqueleto.
El propósito de estos mensajes era denunciar la situación del país, donde se hablaba de una falsa opulencia, pues en la realidad el pueblo estaba muriendo de hambre.
La presentación de estos textos continuó hasta el gobierno de Santa Ana, Lerdo de Tejada y, posteriormente, de Porfirio Díaz.
La imagen de la mujer cadavérica se amplió a finales del gobierno de Díaz: ahora estaba vestida de gala, bebía pulque, podría montar caballo, y asistía a las fiestas de los barrios.
Durante la Revolución mexicana, la Calavera Garbancera, fue usada para burlarse de las mujeres que congeniaban con los constituyentes.
En el norte del país, se vendían unas galletas en forma de calaveras vestidas de gala, para mandar un doble mensaje: por una parte, las mujeres que mantenían relaciones amorosas con militares de alto rango; y, por otro lado, una forma de burla a este tipo de autoridades, haciendo notar que la vida cotidiana de la gente del pueblo no era tan favorable como se creía.
A principios del siglo XX, el muralista Diego Rivera, la rebautizó como La Catrina, que deriva del término catrín, considerado como una persona de la aristocracia, que también era popular por el juego de la lotería.
El pueblo ya había adoptado la imagen, fue así como el artista creó una obra a la que nombró “Sueño de una tarde de domingo en la Alameda”.
Diego Rivera había comenzado su creación desde 1946 y logró terminarla un año después; se trataba de un mural que fue pintado en el comedor del desaparecido Hotel Del Prado.
Hoy este mural, se encuentra en el pabellón en la Plaza de la Solidaridad. Sí, en la Ciudad de México.
La Calavera Garbancera, que estaba más cerca del pueblo, del vicio y de la muerte, pasó a ser La Catrina, representa a una mujer criolla, vestida de gala y que baila alegremente en las fiestas populares.
El mural de “Sueño de una tarde de domingo en la Alameda”, representa una nueva concepción del mundo, Diego Rivera se pintó como un infante que va tomado de la mano con La Catrina.
En palabras de Diego Rivera, es una representación legada por Posada, que dice: “-no hagáis de esos niños admirables unos hombres banales”.
Louise Noelle, en su obra “Las representaciones de Quetzalcóatl en el Arte Contemporáneo Mexicano”, propone que el mural, también hace alusión a lo prehispánico.
La Catrina, lleva una serpiente con plumas, que se trata de Quetzalcóatl, el dios mesoamericano.
El problema con esa representación, es que se trata de una serpiente identificada como una boa constructora que lleva plumas.
Hay otra interpretación que se ha dado sobre la representación de infante de Diego Rivera, que va de la mano con La Catrina.
Es una reminiscencia de cómo el espíritu de Posada, lo guió para lograr terminar su obra, dejando implícitamente una marca de la presencia de este dios prehispánico.
Hoy la Catrina, es la imagen mexicana que representa a la muerte, que cada vez es más común verla plasmada como parte de celebraciones de Día de Muertos, incluso ha traspasado la imagen bidimensional y se ha convertido en motivo para la creación de artesanías, las cuales dependiendo de la región pueden variar su vestimenta e incluso su famoso sombrero.
En Capula, Michoacán, todavía se manufacturan figurillas antropomorfas de esqueletos que después se pintan con pigmentos y barnices industriales que recuerdan los grabados de José Guadalupe Posada, usados en los altares de muertos.
Hoy esta Catrina, bajo otro contexto, es una burla de la noción tradicional de la muerte.
La artista Bertha Sandoval Romero, ha encontrado en La Catrina una caracterización para su obra, donde el éxito está garantizado para todo aquél que participa, sea por curiosidad e interés, por el respeto al personaje.
El uso de instrumentos de viento como el silbato de la muerte que tiene una forma cadavérica y su caracterización impacta más a los niños.
No hay un mexicano que cada mes de noviembre no lea algún poema de las calaveritas, o vea una imagen de la Catrina.
Es parte de un paisaje cotidiano, es un elemento cohesivo, donde la muerte renace para ser recordada como si fuera viva.
Donde la sociedad es desmembrada para dejar de ser un pueblo multietnolingüistico o de nivel socio-económico diferente, ahora la muerte nos une y nos distingue.