Las grandes tendencias mundiales y la vida cotidiana de hoy.

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Estamos a pocos días de terminar el año 2019; se cierra un ciclo anual y se cierra una década. De hecho, se cierran las dos primeras décadas del siglo XXI.

Tres son las grandes tendencias mundiales en las que estamos inmersos los mexicanos, como parte de una sociedad global:

La primera, denominada tecnología 4.0, está marcada por una hiperconectividad, que nos permite -con el auxilio de sencillos instrumentos como el teléfono celular inteligente o la tableta digital, seguir en tiempo real los hechos que ocurren en cualquier parte del mundo.

Este avance de a tecnología ha hecho que en las personas y en los grupos sociales crezca exponencialmente la dependencia de la vida cotidiana frente de las redes sociales.

La inteligencia artificial ejerce hoy una poderosa influencia sobre la inteligencia natural humana.

La segunda gran tendencia mundial es el sometimiento de los grandes procesos propios de la humanidad, tanto en su forma individual como en sus manifestaciones sociales, a las leyes del mercado.

Hoy, prácticamente nada puede ser visto, asumido, vivido o transformado sin que sea visto como una mercancía.

Y, en medio de la mercantilización de las cosas (reales o virtuales), el atributo individual más importante en este fin de la década son los datos personales; ahí han encontrado los mercadólogos modernos la gran riqueza de nuestro tiempo.

La tercera tendencia global, que marca el ritmo de la vida humana hoy parece ser el fanatismo.

La incesante búsqueda del sentido de la vida humana pasó de la curiosa exploración de la espiritualidad y sus formas religiosas, a la ruptura de los límites.

Hay un empeño radical por descubrir a toda costa qué hay más allá de lo aparente. Las huellas asombrosas de las grandes civilizaciones antiguas han dejado la escena hoy para los sucesos más extraños.

Desquiciados que matan a sangre fría a grupos de personas en lugares públicos, desequilibrados que desafían las leyes de la naturaleza, líderes nacionales que viven con el dedo en el gatillo o sobre el mítico botón que desataría la guerra final de la humanidad.

Nuevas formas de crímenes contra la naturaleza, contra la especie humana, contra el individuo, aparecen todos los días, asociados al desarrollo de las nuevas tecnologías, al poder del mercado y a la pérdida del sentido de la vida.

Esas mismas son las tres grandes condiciones sobre las que se desenvuelve la vida de los mexicanos al cerrar este 2019.

En promedio, los mexicanos pasamos ocho horas de cada día interactuando con algún aparato de alta resolución conectado a internet, que podemos llevar con nosotros incluso al baño. Hemos dicho adiós a la intimidad.

Nuestra vida descansa en su valor práctico, estético y simbólico: competimos por tener el más lindo, el de mejor diseño o el que da más estatus.

82% de los usuarios conectados a internet están activos en alguna red social; no importa si estamos solos o estaos acompañados, siempre estamos online.

Eso nos ha llevado a una nueva forma de comunicación con nosotros mismos y a nuevas formas de relación entre hombres y mujeres, basada en los datos y no en los atributos reales de las personas.

Por otra parte, nuestra relación con el mundo virtual ha hecho no solamente que nos alejemos de la naturaleza, sino que atentemos contra ella.

Primero desarrollamos todas las formas posibles de generación de basura y luego nos inventamos esfuerzos para prevenir o atenuar los daños ambientales, esa es una realidad hoy en México y en el mundo.

Hoy vemos a la naturaleza como algo distante, ajeno y a veces inexistente o inalcanzable: los productos consumibles que hay en el mercado contienen sustancias artificiales que adquirimos como la gran conquista, sin reparar en que su forma precisamente natural está a nuestro alcance inmediato en el mundo real.

Así adquirimos, incluso mediante formas de mercado virtuales, sucedáneos de vitaminas, complementos alimenticios, manzanilla, áloe, leche entera, opciones para mantenernos en forma sin hacer esfuerzos o alterando los procesos naturales.

En la segunda gran tendencia, paradójicamente, mientras más consumimos productos más queremos convertirnos en negociantes o en comerciantes.

El comercio, con el apoyo de internet y de las redes sociales, es hoy una práctica común que ha diluido las posibilidades de crear formalmente un negocio o una empresa -de cualquier tamaño-, reduciendo el espectro a pequeños actos comerciales desarticulados.

El acto mismo de la venta, el acto mismo de la compra, el acto mismo del consumo, vienen a ser el fin último de la relación entre “contactos” -que no entre personas- y en su simbólica realidad consumatoria muere toda iniciativa por desarrollar una idea de negocio.

Finalmente, en el México de este fin de año, de este fin de la década, todos los días nos aparecen en el camino formas cada vez más extremas de cometer crímenes: desde el sádico feminicidio hasta el canibalismo.

Y, puesto que estas tres influencias contemporáneas están marcando la evolución de las actuales jóvenes generaciones, antes del inicio de las posadas, antes de las fiestas de fin de año, antes del aguinaldo, conviene preguntarnos si verdaderamente no podemos o no queremos recuperar el diseño natural del ser humano con su belleza y su bondad, para iniciar un 2020 más parecido a lo que hemos dejado de ser, para dar paso a lo que somos. En esto, como en todo y como siempre, usted tiene la respuesta.