Por Fernando Ávila Báez
Esta es la Semana Santa de 2020.
Son los días considerados “más grandes” en el calendario litúrgico de la fe católica que, por sus dimensiones mundiales, genera un importante efecto en la vida cotidiana de la humanidad entera, creyentes y no creyentes.
La fuerza de la pandemia protagonizada por un desconocido coronavirus identificado ya como COVID-19 modificó celebraciones y conmemoraciones en todo el mundo, y la Semana Santa, que se organizó desde el siglo II, después de Cristo, como la conmemoración del triduo sagrado, la Pasión, la sepultura y la Resurrección del Señor, será sin duda la principal serie de actos rituales que se haya visto afectada.
La Semana Mayor es el tiempo litúrgico que comienza el Domingo de Ramos y finaliza el Domingo de Resurrección, que ya es el día más importante de la Semana Santa, ya que es el día de la Pascua, de la Resurrección y de la vida cristiana.
Los actos de la Semana Grande se dividen en dos ciclos, el rigurosamente litúrgico y el de piedad popular, este último centrado especialmente en las procesiones.
Concretamente se han suspendido las procesiones, pero no así las celebraciones litúrgicas.
Aunque en este sentido hay que recordar que las conferencias episcopales han declarado que «mientras dure esta situación de emergencia recomendamos seguir la celebración de la Eucaristía en familia por los medios de comunicación».
El documento Sacrosanctum Concilium, del Concilio Vaticano II, en su artículo 26 explica que las «acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es “sacramento de unidad”, es decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los obispos».
Brevemente, las celebraciones litúrgicas son las realizadas por la Iglesia en nombre de Cristo.
Teniendo en cuenta estas referencias, la Semana Santa no se ha cancelado, lo que se ha suspendido son las manifestaciones de piedad que nos ayudan a vivir más intensamente la Semana Santa, en este caso las procesiones.
El católico, al igual que en años anteriores, va a poder vivir el Misterio de la Muerte yResurrección de Jesús, centro de nuestra vida cristiana, aunque adaptándonos a las circunstancias actuales. Así, tal como recoge el mensaje del cardenal Turkson, prefecto del dicasterio para el servicio del desarrollo humano integral, en los tiempos del coronavirus: «Si no podemos reunirnos en nuestras asambleas para vivir juntos nuestra fe, como solemos hacerlo, Dios nos ofrece la oportunidad de enriquecernos, de descubrir nuevos paradigmas y de redescubrir nuestra relación personal con Él.
Los beneficios espirituales de fortaleza, esperanza, de redención y salvíficos de la Semana Santa para el fiel se encuentra en sus celebraciones litúrgicas, no en las procesiones que recordemos es manifestación de piedad popular.
Por esta razón, este año 2020 también se celebra o se conmemora la Semana Santa para experimentar el Amor de Dios a través de su Hijo.