¡VIVA MÉXICO, CABRONES!

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Como cada año, desde aquél lejano 1812 en que Ignacio López Rayón y Andrés Quintana Roo evocaron por vez primera en el edificio conocido como El Chapitel, en el centro de la cabecera municipal de Huichapan, el Grito de Dolores, en México el mes patrio se festeja a lo grande.

La historia, la tradición y la cultura popular han dado lugar a lo que todos conocemos como las Fiestas Patrias.

Se trata de recordar, con la alegría característica de los mexicanos, aquellas fechas ocurridas en este mes, marcadas por acontecimientos que cobraron la vida de algunos mexicanos, ero que -a cambio- nos dejaron invaluables aportes para configurar lo que actualmente es nuestro amado México.

Lo que mucha gente pasa por alto es que, a pesar de haberse registrado en septiembre, nuestras fechas patrias sucedieron en diferentes años.

Pocos sabemos, por ejemplo, que un 7 de septiembre (claro, contado con el calendario de nuestros antepasados) Cuitláhuac fue nombrado emperador de los aztecas.

Es el 13 de septiembre de 1847 cuando, durante la invasión de Estados Unidos a México, mueren el teniente Juan Barrera y los cadetes Juan Escutia, Vicente Suárez, Francisco Márquez, Fernando Montes de Oca y Agustín Melgar, en lo que se conoce como la Batalla de Chapultepec. Hoy los recordamos como “Los Niños Héroes”.

El 14 de septiembre está consagrado en México a celebrar a los charros, emblema del deporte nacional por exvelencia (nacido, por cierto, en Pachuca, como el futbol). También es el Día de los Locutores en nuestro hermoso, culto y heróico país.

Ya se sabe que el 15 de septiembre de 1810 pasó a la historia como uno de los acontecimientos más significativos para nuestro país, ya que en esa fecha tuvo lugar el «Grito de Independencia», hecho protagonizado por el Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla en la población de Dolores, Guanajuato.

Y un 15 de septiembre, pero de 1854, hace 165 años, en el Teatro de Santa Anna es interpretado por primera vez el Himno Nacional Mexicano.

El 16 de septiembre de 1810 inicia la guerra de independencia en México, que duraría once años; el movimiento duró hasta el 27 de septiembre de 1821, con la entrada del Ejército de las Tres Garantías a la Ciudad de México, encabezado por Agustín de Iturbide, quien después se convertiría en el primero de los dos emperadores que ha tenido México; el otro sería el malogrado Maximiliano de Habsburgo.

Muchas cosas han cambiado alrededor de nuestros festejos patrios, y algunos actos simbólicos se han ido perdiendo.

Todavía hace algunas décadas los alcaldes acudían a las cárceles preventivas para abrir las rejas y dejar en libertad a alguno o algunos civiles que hubieren cometido infracción, en recuerdo de la liberación que hizo el Padre Hidalgo para reforzar su pequeño ejército insurgente independentista. Hoy, ya no vemos a ningún presidente municipal abrir las puertas de los separos… ¡Imagínese!

Hasta hace pocos años todavía se podía escuchar la alegría de los hombres mexicanos, especialmente del campo, cuando sacaban sus armas y disparaban cargas completas al aire, en lo que se llamaba “Noche Libre”; después vendrían los miles de muertos mexicanos en hechos de violencia y se ha tenido que ir restringiendo esta práctica, ahora tan peligrosa.

Y ¿qué decir de la paulatina desaparición de los juegos pirotécnicos que hacía las delicias de los niños de antes, y que ahora son un verdadero peligro, pues son incontables los casos de niños heridos por la quema irresponsable de cohetes y cohetones.

Y todo parece indicar que será cada vez más difícil mirar, admirar y disfrutar del castillo o de los toritos de fuegos artificiales que tanto han distinguido en el mundo a los festejos mexicanos.

A cambio, lamentablemente, son miles de toneladas de basura que se producen en las concentraciones que se hacen en las plazas púbicas a propósito de las fiestas patrias, y es cada vez más grave el daño que generamos al entorno ambiental con los desechos sólidos (en especial envases desechables de plástico, el ruido y la quema de pólvora en la pirotecnia.

Al paso que vamos, no nos extrae de a alguien se le ocurra querer que desaparezcan también las muy mexicanas tradiciones de la lengua popular mexicana y en vez de un grito ya solamente podamos levantar las manos o abrir mucho los ojos para celebrar las fiestas patrias.

Pero, mientras ese momento llega, hoy todavía, con gusto y de todo corazón, con nuestra roja sangre corriendo a prisa por nuestras venas valientes, gritemos con orgullo: ¡Que Viva México, Cabrones!