Es un poco difícil interpretar la historia al mismo tiempo que ésta se escribe.
Los nuestros serán días memorables en la historia contemporánea, pues luego de haberse publicado en el periódico oficial del estado el decreto 189 que reforma la Ley de la Familia, las parejas de personas del mismo sexo ya podrán casarse en el Estado de Hidalgo.
Una semana después de celebrarse el Día del Padre, activistas y simpatizantes de la comunidad lésbico-gay-transexual-bisexual saldrán a festejar los avances en el reconocimiento de sus derechos y los progresos de su lucha contra la discriminación y la segregación.
El polémico paso inclusivo se da en Hidalgo al mismo tiempo que en el congreso local avanzan las discusiones para hacer legal la interrupción del embarazo, que motivó una reciente movilización masiva de organizaciones, encabezada por la iglesia católica, para decir sí a la vida y rechazar el aborto.
Como nunca, está a la vista el México que hemos construido. Una nación hermosa, sí; de valientes, sí. Pero una sociedad atrapada entre el machismo tradicional, la misoginia, la discriminación, el acoso y un matriarcado que salió del hogar para el empoderamiento social femenino y con ello creó un desconcierto del que no nos hemos repuesto.
Una sociedad que busca igualdad, que aprueba el matrimonio igualitario, que aprueba el aborto, sin hacer mucho por la consolidación del núcleo familiar, ni en lo material ni en lo espiritual.
Una descompuesta célula social hoy incapaz de retener a sus integrantes en le seno del hogar y que, por el contrario, está arrojando a las peligrosas calles de la tristeza a un número creciente de potenciales y reales delincuentes.
Vaya trampa que nos ha impuesto el destino.