Madres y Padres Adolescentes: Lo que todos debemos saber

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La realidad en números.

Por Fernando Ávila Báez.

Actualmente, la población mundial estimada es de 7,600 millones de personas, de las cuales el 17.5% tiene entre 15 y 24 años, y el 10.0% de estos jóvenes presenta un embarazo, lo que equivale al 10% de todos los nacimientos del mundo.

Aproximadamente 31.2% de los adolescentes mexicanos en edades de 15 a 19 años han dado un paso importante al comenzar su vida sexual, mas no responsable, puesto que el 56% termina en embarazo; 44.5% no utiliza ningún método anticonceptivo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado el embarazo como una de las prioridades en la atención de las adolescentes, ya que repercute tanto en la salud de la madre como en la del niño.

Los riesgos médicos asociados con el embarazo de las madres adolescentes, como patología hipertensiva, anemia, bajo peso al nacer, parto prematuro, así como la nutrición insuficiente, determinan la elevación de la morbimortalidad materna y un aumento estimado de 2 a 3 veces en la mortalidad infantil al compararse con los grupos de edades entre 20 y 29 años.

El 80% de los niños hospitalizados por desnutrición grave son hijos de madres adolescentes.

Las causas

Los factores que propician el embarazo de adolescentes y jóvenes son los conflictos familiares, la falta de ingresos, el abandono, la deserción escolar, el rechazo social, y los problemas para conformar un proyecto de vida.

En ciertos casos, el embarazo en la adolescente está asociado con otras conductas antisociales, como el uso excesivo de drogas y alcohol, así como actos delictivos, lo que refleja su bajo nivel de aceptación de las normas conductuales de la sociedad.

Respecto al estado anímico y el ajuste personal, algunos autores sugieren que el embarazo en la adolescente surge a raíz de sentimientos de rechazo, abandono y soledad, a veces crónicos y, en otros casos, aparentemente en relación con una pérdida (real o percibida) o la enfermedad crónica de un ser querido.

Las actitudes y expectativas que tiene una madre adolescente en cuanto al rol materno y la crianza de los hijos contribuyen a la calidad de la relación que establece con su hijo.

También en este aspecto las madres adolescentes sufren una desventaja en comparación con las madres en edad adulta.

Las madres adolescentes tienen menores conocimientos del desarrollo infantil, sus expectativas son menos realistas en cuanto a la conducta infantil, con actitudes más punitivas y menor sensibilidad a las necesidades del niño.

Al parecer, estas diferencias son menores en los primeros meses posparto y en el caso de las adolescentes que reciben apoyo por parte de su familia, comparadas con las adolescentes que son rechazadas en su núcleo familiar.

Las consecuencias.

La adolescente soltera que se queda embarazada se enfrenta a una serie de factores estresantes que pudieran estar asociados con un estado anímico de depresión durante la gestación.

Entre estos factores se encuentran el desarrollo propio de la adolescencia que, por ser un período lleno de cambios anatomofisiológicos y adaptativos, modifica sustancialmente la calidad y las expectativas de vida.

Además, se ha señalado que el embarazo, especialmente el primero, puede considerarse como una etapa de crisis que, a pesar de ser normal, altera el equilibrio emocional de la mujer.

La futura madre tiene que adaptarse a diversos cambios físicos, psicológicos y sociales que alteran su estilo de vida.

Si a estos factores estresantes se agrega el hecho de haberse quedado embarazada de soltera, la adolescente pudiera estar sujeta al rechazo de la sociedad, así como al de las personas más cercanas a ella.

Los trastornos sociales y económicos que esto pudiera provocar, en algunos casos, propicia inestabilidad emocional, sentimientos de culpa y frustración al ver limitadas sus oportunidades tanto académicas como de vida.

El hecho de iniciar una relación conyugal o no a raíz del embarazo es otro factor importante ya que el adolescente que entra en una relación conyugal puede obtener el apoyo y la aprobación de la sociedad, pues el estado civil convierte su gestación en algo lógico, aceptado y esperado.

Autoestima

La autoestima es el sentimiento de aceptación y aprecio hacia uno mismo que está unido al sentimiento de competencia y valía personal.

El concepto que tiene la adolescente de sí misma o autoconcepto no es algo heredado o aprendido del entorno, mediante la valoración que el ser humano hace de su propio comportamiento y de la asimilación e interiorización de la opinión de los demás.

La importancia de la autoestima radica en el hecho de que impulsa a la persona a actuar, a seguir adelante y la motiva a buscar sus objetivos.

Se ha encontrado que la autoestima influye en muchos aspectos de la problemática social actual; entre ellos se ha demostrado que los embarazos adolescentes son, en gran parte, producto de una autoestima baja, por lo que nace la necesidad de intervención en un nivel profundo y psicológico, y no sólo la exclusiva y repetitiva educación basada en la enseñanza de los métodos de planificación familiar y la salud sexual y reproductiva.

La sexualidad se intensifica con la pubertad, ocupa un lugar central en el desarrollo de la adolescente y su orientación tiene a la autoestima como uno de sus pilares fundamentales.

Se ha demostrado que los adolescentes sin actividad sexual o que se inician más tarde en ella tienden a formar niveles de autoestima más altos que sus pares sexualmente activos o que aquellos que se inician en ella tempranamente.

Sin embargo, la edad de la mujer en la primera unión representa el comienzo de la exposición al riesgo de embarazo y al inicio de la vida reproductiva.

Por tanto, tiene un efecto importante sobre la fecundidad, en el sentido que cuanto más joven forme pareja la mujer, mayor será su tiempo de exposición y mayor su potencial de hijos a lo largo de su vida reproductiva.

La prolongación de la soltería y el celibato reducen este potencial e influyen en la disminución de los niveles de fecundidad en la población.

Ni la falta de información ni el desconocimiento de los métodos de planificación se han planteado como el principal factor en la generación de la elevada tasa de embarazos a temprana edad, sino otros factores mucho más profundos, sobre los cuales hay que intervenir.

Son múltiples los factores conductuales que incrementan el riesgo de embarazo en adolescentes; a menudo, los jóvenes tienen ideas vagas y distorsionadas acerca de la sexualidad y no esperan que una relación coital termine en un embarazo; son naturalmente impulsivos y es menos probable que actúen de forma planeada, como los adultos, y que acudan a los servicios de salud posteriormente.

Buscar y obtener asesoría, consejo y servicios en materia de salud sexual y reproductiva se torna muy difícil para una adolescente sin experiencia.

En la mayoría de los casos, la base de toda esta problemática es de orden psicológico, por lo que la baja autoestima es sin duda el factor más señalado y comprobado como agente fundamental y de éste nace la inseguridad, el temor al rechazo, las bajas aspiraciones en la vida o un déficit importante en el nivel del control de emociones.

A partir de estas circunstancias deriva la mayoría de conductas de riesgo para un embarazo temprano y por ello es necesaria la intervención a nivel profundo en la autoestima de las adolescentes.

Desventajas para ellas

Para la adolescente, el embarazo está asociado con una desventaja escolar importante, con empleos menos remunerados e insatisfactorios.

Cuanto más joven sea la adolescente cuando nace el primer hijo, mayor será la probabilidad del número de hijos posteriores, por lo que las consecuencias socioeconómicas serán más drásticas.

A nivel psicosocial, también pueden existir consecuencias negativas, en términos de una reducción de alternativas de vida, de conflictos familiares e insatisfacción personal. En el caso de la adolescente que se une con la pareja a raíz del embarazo, existe mayor riesgo de problemas maritales y de divorcio que en parejas más maduras.

Las múltiples formas de expresión de la cultura mexicana en diferentes estratos socioeconómicos matizan de manera especial las repercusiones que el embarazo y la maternidad conllevan para la adolescente.

No se puede describir un solo perfil de personalidad en la adolescente y tampoco se encuentra una alta frecuencia de inestabilidad emocional en la adolescente embarazada.

Suelen poseer características psicosociales que las ponen en desventaja para enfrentarse a los retos implícitos de la maternidad y que probablemente determinarán en gran medida la forma en que ellas evolucionen después del parto.

La adolescencia en sí misma implica retos y conflictos según la cultura y el estrato sociocultural.

La búsqueda de identidad tan común entre algunas sociedades y subculturas puede ser menor en grupos donde los modelos sociales están más definidos y las alternativas son relativamente limitadas.

A pesar de las posibles diferencias culturales, cabe resaltar que, cuando la mujer inicia su maternidad en la adolescencia, esta etapa tendrá un impacto aún más determinante en su desarrollo psicosocial posterior.

Se han encontrado características personales de adolescentes embarazadas que distinguen a éstas de otras que no se quedan embarazadas y que utilizan anticonceptivos adecuadamente. Por lo general, después del primer embarazo se aumenta el conocimiento y el uso de anticonceptivos, pero diversas actitudes al respecto probablemente contribuyen a la eficacia de su utilización o no.

Los adolescentes en México representan el 25% de la población total y entre sus principales problemas de salud destacan los accidentes, la farmacodependencia, el embarazo no deseado y los suicidios.

El incremento demográfico, los cambios en el estilo de vida y los desequilibrios socioeconómicos han facilitado la presencia de algunas entidades, como problemas de crecimiento y desarrollo, trastornos de conducta, afecciones emocionales, problemas de aprendizaje, embarazo adolescente y crianza de hijos a temprana edad.

A pesar de la disminución de la fertilidad en general, la tasa de embarazos en el grupo de adolescentes permanece estable, lo que se traduce en un aumento relativo del porcentaje de mujeres embarazadas menores de 20 años.

Aborto, divorcio, madres solteras

Junto con todo lo anterior, parece que el número de abortos, de divorcios y de madres solteras se incrementa.

La tercera parte de los embarazos atendidos en instituciones de salud del país es de mujeres menores de 24 años y el 13%, de menores de 19 años.

De esta manera, análisis estadísticos demuestran que el embarazo adolescente responde a un contexto social y cultural que se relaciona con la valoración de ser madre y esposa sin perspectivas escolares reales, ni con expectativas de desarrollo personal.

El asumir roles de maternidad y responsabilidades en momentos inadecuados, puede provocar desequilibrios físicos, emocionales y sociales.

Esto, además de considerar la decisiva influencia cultural de la masculinidad en la forma en que los varones se relacionan en el plano sexual con las mujeres.

Ellos

La masculinidad, según Meler (2004), es un conjunto de representaciones colectivas que funciona de forma coordinada, contribuye a la organización psíquica e influye en aspectos que van desde la constitución de los deseos que subyacen a los proyectos de vida, hasta los ideales propuestos, pasando por las funciones o habilidades que el sujeto es capaz de desempeñar.

La actitud de los hombres adolescentes ante una situación de embarazo suele ser negativa, pues tienden a entender la paternidad como un hecho que limitará su futuro.

El concepto de paternidad es uno de los componentes para la conformación de la identidad masculina.

Existen dos modelos: el tradicional, que contempla solamente dos funciones paternas, la contribución económica y el ejercicio vertical y el alternativo, que incluye un involucramiento más comprometido del padre con su hijo o hija.

Las dimensiones que incluye la paternidad responsable son cuatro: reproductiva, económica, doméstica y de cumplimiento de los derechos del niño o niña.

Las responsabilidades reproductivas implican actitudes como preocuparse por su descendencia, participar en las decisiones contraceptivas y practicar comportamientos sexuales seguros.

Las responsabilidades económicas significan garantizar a los infantes un entorno favorable para su crecimiento físico, emocional y cognoscitivo, mediante el acceso a vivienda, nutrición y cuidados de salud.

Las responsabilidades domésticas se refieren a las contribuciones de tiempo que los hombres y las mujeres aportan al núcleo familiar, en otras palabras, se trata de la colaboración no monetaria que pueden hacer los padres al cuidado y atención de los hijos/as.

La última dimensión consiste en vigilar el cumplimiento de los derechos de las niñas y los niños.

La paternidad durante la adolescencia se ha vuelto el foco de atención de las investigaciones recientes, divididas en una visión negativa y otra positiva.

En la negativa, se intenta demostrar que el adolescente, al convertirse en padre, no se hace responsable, sino que se ausenta, es egoísta y desinteresado.

En la positiva, se prueba que los adolescentes tienen un sentimiento de obligación hacia el hijo/a, que está más involucrado en su desarrollo y busca trabajo para sostenerlo/a.

La reacción de los hombres ante el anuncio de la paternidad implica una mezcla de sentimientos que para algunos es descrita como una “catástrofe”, un “shock”, o “caos”.

Inicialmente se sienten mal preparados para ser padres. Se autocritican y consideran que no tienen la visión de a dónde querer ir o qué querer hacer o quién querer llegar a ser.

Ante todo esto, los varones quieren participar en las decisiones que se toman al respecto y tienden a decantarse por la opción del aborto, condicionada de manera considerable por factores como la religiosidad o el nivel socio-económico.

Hidalgo

En 2016, 235 niñas de entre 10 y 14 años se convirtieron en madres, y 8 835 entre 15 y 19 años de edad dieron a luz en el estado de Hidalgo.

9070 alumbramientos de esta naturaleza dentro de los 65 municipios en donde se registra este fenómeno, destacan Pachuca, Tulancingo, Huejutla, Tepehuacán de Guerrero y Acaxochitlán.

Este último, que se ubica en la región otomí-tepehua de la entidad, es considerado “prioritario” a nivel nacional por la prevalencia de embarazo adolescente

Las autoridades de salud en el estado dieron a conocer que hacia finales de 2018 el índice de embarazos entre adolescentes registró un descenso de 5%, como resultado de acciones en materia de salud y de educación.

En general, Hidalgo registra 67.1 nacimientos por cada mil adolescentes, lo que le ubica por debajo de la media nacional, que es de 77 nacimientos por cada mil adolescentes.

El Sistema de Indicadores de Género y el Instituto Nacional de las Mujeres informaron que en 2015 Hidalgo registró un 7.8 % de mujeres de 12 a 19 años con al menos un hijo nacido vivo

Existen diversas alternativas de apoyo para prevenir y, en su caso, atender los casos de embarazo en niñas y adolescentes.

La Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes (ENAPEA), busca disminuir a cero los nacimientos en niñas de 10 a 14 años y reducir en 50 por ciento la tasa específica de fecundidad de adolescentes de 15 a 19 años para 2030, e incluye acciones de prevención desde las masculinidades.

Las opciones abarcan desde la información general acerca de los riesgos de asumir la maternidad a temprana edad hasta el acompañamiento emocional durante el proceso,

incluso hay salidas para aquellas que no pueden interrumpir el embarazo y no desean hacerse cargo del producto

No Lo Mates, Dámelo a Mí, Protégeme desde mi concepción, Mater Filius, Red Materno Infantil, Casa Hogar para Madres e Hijos, Centro de Crisis de Embarazo, Vida y Familia, Casa de la Misericordia, AME Ayuda para la Mujer Embarazada, Instituto Médico social El Refugio, son algunas de las fundaciones o asociaciones civiles al alcance de las adolescentes embarazadas.

Sin embargo, hoy como nunca antes, es evidente para la población abierta que no hay ningún sitio en donde las y los adolescentes puedan prevenir riesgos o situaciones no deseadas, como en el seno del hogar, dentro de la familia.