Tula, acuerdos y desacuerdos.

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Por: Fernando Ávila Báez.

La Ciudad de Los Atlantes, capital de una civilización que impactó por siglos positivamente en la cultura de toda Mesoamérica, se mueve hoy -al filo de la segunda década del siglo veintiuno- entre acuerdos y desacuerdos, entre encuentros y desencuentros.

Azotada por la desgracia de siete décadas de mortal contaminación, se esfuerza por sobreponerse y confía en que sus generaciones nuevas enderecen el camino.

Asolada por una sangrienta disputa entre grupos criminales por el control de la plaza, que ha arrojado decenas de difuntos (algunos de ellos inocentes) se empeña en apuntalar la formación de valores humanos en el hogar y la educación integral en las escuelas, para salvaguardarnos a todos de todo peligro, y de la muerte.

 

Inició la cuenta regresiva del período gubernamental que ha cumplido ya tres de sus cuatro años; el acto simbólico es el tercer informe del presidente municipal Ismael Gadoth Tapia Benítez.  

 

El período del alcalde más joven que ha llegado al cargo tiene ya un lugar en la historia, pues le correspondió a veces testificar y a veces enfrentar verdaderos hitos en lo social, político, administrativo e institucional.

Compleja en su estructura, desde su formación, la sociedad local se enquistó como una masa silenciosa que soporta toda clase de agravios, que apenas balbucea sus rabias, que apenas alcanza a levantar la voz para rumiar sus inconformidades.

Así fue durante la primera industrialización, que comenzó con el paso del ferrocarril y abrió el paso a la industria mineral no metálica, madre de la actual poderosa industria cementera; así fue durante la llegada de las aguas negras a la presa Endhó, así fue durante la segunda industrialización, que sentó aquí las plantas generadoras de energía petrolera y eléctrica, así fue durante la artera invasión de los mercenarios de la industria de la vivienda, así ha sido durante el boom del huachicol.

Una sociedad que prefiere desquitarse en la sombra del anonimato, en la que los gritos son apenas hechos aislados que procuran pena ajena.

El sistema político local de Tula, heredero del régimen que engendró la Revolución, asoma todavía los atuendos de sus momentos de gloria, pues el liderato del alcalde casi saliente no consiguió sobreponerse del todo a las inercias de los viejos líderes y sus secuelas, que siguen incidiendo en las principales decisiones.

De hecho, la candidatura de quien competirá bajo los colores del PRI, se va a decidir entre Alejandro Álvarez Cerón, Germán Díaz Pérez, Noé Paredes Meza, Eduardo Cardoza Hernández y Octavio Magaña Soto, con todas y cada una de las rancias figuras sentadas a la mesa.

Abraham Mendoza Zenteno, Ricardo Raúl Baptista González, José Luis Rodríguez Higareda y José Antonio Vargas, mientras tanto, esperan la señal para entrar a la contienda interna y ver a cómo les toca, para salir uno de ellos a medirse de tú a tú con sus rivales frente a los electores.

Enfilado hacia el último cuarto de su gestión, el gobierno actual continúa marcado por la influencia de la gestión anterior, cuyo presidente municipal por cuatro años y siete meses, Jaime Jacobo Allende González, ha retomado el activismo político para colarse por tercera ocasión, con el fantasma de una estructura electoral operativa, a la sala de las negociaciones, sea la priísta o la morenista.

La administración de Gadoth Tapia, a la que le hubiera venido mucho mejor un cabildo más productivo y menos fotográfico, destaca en sí misma por el orden en la administración de los recursos públicos, su capacidad de reacción ante las eventualidades naturales o causadas por el hombre, el mejoramiento en la calidad de la obra pública, el impulso para crear una identidad municipal.

Pero es difícil competir frente a Felipe Carbajal Arcia, el carismático presidente municipal del pueblo grande que fue Tula, o frente a Noé Paredes Salazar, el primer alcalde de la moderna ciudad pequeña y algo incómoda que es hoy; las dos figuras refrentes que han pasado por el palacio municipal, que dejaron huella en la evolución urbana, según el imaginario colectivo local.

El tercer informe de gobierno del presidente Gadoth Tapia en Tula responde, sin embargo, a una administración moderna, asistida por el fenómeno de las redes sociales (donde se mantiene como uno de los perfiles más activos en el panorama del servicio público) y de las nuevas tecnologías; una relación fuerte con los medios de comunicación.

Ocurre ante una población con el más alto índice histórico de tendencia crítica, lo que hace destacar los respaldos que ha consolidado en la opinión pública y en cada una de las comunidades del municipio, sin que esto signifique la comodidad de un gobierno sin detractores.

Dentro de todo, los alcances institucionales de la administración están también en el más alto de sus niveles, pues armonizar con el gobierno estatal y con el gobierno federal es una tarea para estadistas.

Este es el contexto del inicio de la recta final de la administración municipal saliente. El proceso para la sucesión ya ha comenzado y todo indica que la pelea será entre el PRI y MORENA, donde ya se analizan perfiles y escenarios.

Un tramo que se antoja complicado de transitar.