El fenómeno de la migración, que forma parte de la realidad desde el origen de la especie humana, ha generado en todo el mundo una ola incontenible que pone a prueba la capacidad de los gobiernos nacionales para alcanzar acuerdos, lo mismo al interior que entre sus pares en el panorama internacional.
Estudios estiman que en la más reciente oleada de migrantes, más de ciento cuarenta mil centroamericanos podrían haber cruzado nuestro territorio con destino al país de Abraham Lincoln.
Muchos de quienes lo intentaron se han ido quedando, y se espera que vengan unos cincuenta mil más a esperar en tierras mexicanas respuesta a su solicitud de asilo en Estados Unidos.
De modo que hoy vivimos saturados de hondureños, salvadoreños, guatemaltecos en poblaciones de todos los tamaños, con la oferta humanitaria gubernamental de darles el trabajo y las oportunidades que no tienen, y que sí merecen, millones de mexicanos.
Es alto el nivel de su importancia económica, y parece serlo aún más el de sus impactos políticos.
Para el presidente de los Estados Unidos, que está en busca de su reelección como inquilino principal de La Casa Banca, una de sus principales banderas políticas es desde ya el tema migratorio de latinos hacia la unión americana.
Primero fue la promesa de construir un muro a lo largo de los tres mil kilómetros de la frontera entre Estados Unidos y México, que desató un intenso debate y que apenas ha avanzado en el interés gringo.
Ahora ha sido la amenaza de imponer aranceles a los productos mexicanos de exportación hacia el país del norte lo que movilizó con urgencia a una delegación mexicana que acudió para negociar en Washington.
El freno a la imposición de las cuotas, logrado en el último minuto, fue celebrado en México como la victoria contundente en la guerra, aunque todos sabemos que es apenas un round en la primera de muchas batallas.
La encrucijada migratoria constituye uno de los temas torales del gobierno de la 4T, que tienen hoy su dimensión real ya dentro del período presidencial de López Obrador.
Es absurdo, según observadores, convertir el proceso de cada uno de estos asuntos en presidenciales pasarelas futuristas.
Junto con la inseguridad creciente, el desarrollo económico, la cancelación del NAIM-construcción del puerto aéreo en Santa Lucía, la lucha anti corrupción del pasado y el rescate de Pemex-Nueva refinería en Dos Bocas, son temas de nuevas raíces en este gobierno.
De un modo o de otro, toda esta agenda múltiple impacta en el total del país y más de la mitad de los temas se asocian a la realidad del estado de Hidalgo, desde la migración hasta la nueva refinería, desde el ataque a la inseguridad hasta los posibles aranceles a productos mexicanos.
Y, claro, el posible nuevo aeropuerto “Felipe Ángeles” en Santa Lucía.
Es precisamente en ese contexto de impactos nacionales, de consecuencias estatales para Hidalgo, en que la entidad se crece en lo cómodo y en lo incómodo.
Un caso, por ejemplo, es que la drástica reducción en los presupuestos para 2019 han afectado a los becarios de instituciones de educación superior y alteran el proceso de preparación de los deportistas hidalguenses de alto rendimiento, con miras a las muy próximas competencias a nivel global.
Mientras al interior de la entidad a algunos priístas el mandatario de entidad les parece “demasiado morenista”, mientras siguen apareciendo “casos aislados” de crímenes violentos asociados a la ilegal industria paralela de los combustibles, hay abiertos testimonios de que vivimos en una de las entidades con menores índices de inseguridad y de violencia, y con mejores condiciones para la inversión.
De botepronto, una tibia secretaría estatal de cultura se anota un triunfo pírrico al reclamar a la internacional casa de modas de Carolina Herrera la apropiación de los diseños originales de los tenangos para una colección de la reconocida diseñadora, quien ha contestado -con altura- que no es un robo sino un “homenaje” a las expresiones artesanales de Hidalgo y de México.
Es el mundo de Hidalgo en la cuarta transformación.
