La edad es solo cuestión de números

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El cuerpo puede envejecer pero el espíritu jamás.

Susana Guadalupe Villeda Olvera

 

Ingeniero en Biotecnología / Biotecnología Ambiental UPP

Se es viejo cuando se tiene más alegría por el pasado que por el futuro

(John Knittel).

 

Desde un punto de vista religioso Dios nos dio un soplo de vida y desde ahí empezamos a existir. “Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de existencia y fue el hombre un ser viviente». He ahí entonces que cobra sentido nuestra presencia.

La vida es un gran privilegio que se nos regala. El concepto de vida puede ser definido desde diversos enfoques. La noción habitual está emparentada con la biología, pues sostiene que es la capacidad de nacer, crecer, reproducirse y morir.

Teniendo vida lo tenemos todo, ésta es regida por etapas: la infancia (3 años), la niñez (6 años), la adolescencia (18 años), la juventud (35 años), la madurez (hasta los 50) y la vejez (empezando 60).

Cada una de las etapas de crecimiento trae consigo cambios distintos en el desarrollo del ser humano, los cambios son físicos, psíquicos, intelectuales, cognitivos, psicomotores y de todo tipo, cada una adquiere su tiempo y espacio.

Una de las más importantes es la vejez. De acuerdo con las Naciones Unidas una persona de la tercera edad en México es considerada a los 60 años.

Las personas adultas pueden describir a la vejez de acuerdo a sus experiencias; es por eso que para alguien puede ser una etapa feliz y satisfactoria, pero tal vez para alguna persona incluso de la misma edad puede significar una etapa de amargura y tormento, por ello que no existe una definición concisa.

Evidentemente las personas de la tercera edad requieren de mayor atención médica porque son vulnerables a enfermedades. Las personas ancianas tienen la misma oportunidad de crecimiento, desarrollo y el disfrutar nuevas experiencias, pero continuamente se nos olvida precisamente eso.

Desgraciadamente se tiene una precepción demasiado negativa para esta etapa, es quizá porque hasta cierto punto aún se cree que un adulto mayor deja de ser productivo para la sociedad y se vuelve una carga en cuestión familiar y social; qué lástima que realmente muchos tengan ese pensar, quizá ellos no han sabido valorar las etapas de su desarrollo.

Las personas de la tercera edad aún son capaces, poseen intereses e inquietudes que debemos tomar en cuenta, desde el punto familiar y emocional.

Y lo que debe de quedar en claro es que la vejez no es una enfermedad.

Afortunadamente existe una rama de la medicina definida como Gerontología que estudia el envejecimiento que incluye ciencias biológicas, psicológicas y sociológicas en beneficio al adulto mayor. Las ideas de la prevención de las enfermedades de la vejez y la conservación de la salud en los ancianos fueron introducidas en 1955, pero lamentablemente México no adoptó este interés.

Esta rama provee calidad de vida a las personas mayores y para la mayoría mientras existan unos instantes de satisfacción, a partir de una grata visita, una conversación, una música o simplemente un recuerdo la vida merecerá la pena, hasta que los achaques y el dolor lo permitan.

Pero desdichadamente llega un momento en que todo lo bueno empieza por acabarse, las fuerzas van disminuyendo, ya no es la misma capacidad visual ni auditiva, es decir, el cuerpo empieza a sufrir el paso del tiempo, el desgaste de los años y pues finalmente, los años no pasan en balde y todo esto trae consigo enfermedades tales como: Alzheimer, fracturas de cadera, demencia, osteoporosis, incontinencia urinaria, edema, entre otras.

La salud se acaba y lamentablemente, muchos ancianos tienen que quedarse solos en la casa, viven en mucha soledad, y esto agrava su salud mental, pero hay soluciones, para poder proveer una vejez con dignidad es necesario que uno como familia, pueda crearles condiciones con hábitos activos y saludables, crear entornos de bienestar e íntegros, esto depende de gran medida de satisfacer sus necesidades básicas.

Entre ellas, protección y libertad, el de vivir en un entorno adecuado y apropiado, puede haber un apoyo social y que cuiden de ellos, evitar sin duda el maltrato, tratarlos con paciencia, amor y sobre todo respeto e/o inscribirlos a programas de desarrollo comunitario con personas de su misma edad.

El cuidado de un adulto mayor demanda tiempo, esfuerzo, dedicación y muchas otras cosas, pero en resumidas cuentas para dar un adecuado cuidado y que ellos tengan una vejez confortable lo primordial es hacerlo con amor, es decir, regresar esa solidaridad, lealtad, fidelidad a aquellos que nos dieron la vida, nos cuidaron y nos protegieron.

El cuidado del anciano es algo que no debería salir a fuerzas, sino que debería salir de un corazón agradecido por lo que los padres hicieron por él, de un corazón que respeta a aquellos que velaron por uno.

Dios dijo “Honra a tu padre y a tu madre” y nos dio una promesa: la persona que obedece, respeta a sus padres y vela por ellos, puede bendecirse de ser de larga vida en esta tierra.

Los padres y abuelos ya pasaron por muchos problemas, ya enfrentaron situaciones que a lo mejor nosotros ni siquiera imaginamos; un buen consejo de ellos puede ahorrarnos muchos problemas.

Recuerda que un día tú vas a envejecer, si Dios te lo permite y vas a andar por ese mismo camino, ¡Qué terrible sería que un día tus hijos te traten de una manera no favorable!

Así que aprendamos a respetar a los ancianos y sus derechos, a no maltratarlos y a darles el lugar que se merecen. Para terminar con este texto les quisiera compartir una frase que muy cierta y quizá a algunos les ayude a reflexionar: Como te veo me vi, y como me ves te verás.