En medio de los vertiginosos cambios a los que está sometido el mundo, tanto en los fenómenos naturales (sismos, tormentas, sequías) como en las acciones de los seres humanos (incendios, contaminación, terrorismo, criminalidad), pareciera que se ha perdido la esencia del ser humano y que peligra la institución de la familia como base de la sociedad.
Fenómenos que han marcado la historia reciente de la humanidad, como el desarrollo de los mercados como forma necesaria de vida, que ha convertido prácticamente todo cuanto existe a la condición de mercancía y que le ha impuesto un valor en dinero, nos han obligado a mirar hacia los bienes materiales y a desatender el desarrollo de las potencialidades propiamente humanas.
La ambición por el poder y por el dinero han atraído a las sociedades modernas la corrupción, la violencia… y la muerte de millones de víctimas, entre ellas muchas niñas, muchos niños y muchos ancianos.
Sin embargo, muy a pesar de los graves daños que los grupos de personas hemos causado al planeta y a la sociedad misma, hay instancias que permiten retomar las muchas fortalezas que tenemos como seres pensantes y sensibles.
Hoy, como nunca, la escuela, el deporte, el arte, la fe, la actividad espiritual, el trabajo honrado y creativo, y los medios de comunicación, abren inmejorables oportunidades para emprender por lo menos diez acciones que nos permiten recuperar la humana condición, naturalmente hecha par la bondad, para la belleza, para la perfección, para el servicio.
- Enseñar a las nuevas generaciones a crear una identidad personal, ubicar sus potencialidades para desarrollarlas y defender sus derechos sin afectar los derechos de los demás.
- Enseñarnos todos y practicar el reconocimiento de que las otras cosas y las otras personas tienen su propia existencia; que los seres humanos tenemos cada uno nuestra propia manera de pensar y de actuar, y que no tenemos derecho de anular a otra persona.
- Enseñarnos todos a tomar las mejores decisiones en cada caso, privilegiando el buen sentido y el sentido común, dos cosas naturales en el ser humano, que parecen perderse en la niebla de la superficialidad y de la inmediatez.
- Aprender a amar y respetar nuestro cuerpo, mantenerlo bien alimentado, sano, y con ejercicio continuo, para asegurarnos de que podemos dar el siguiente paso en la vida; después de todo, es el único bien que poseemos y del que somos absolutamente responsables.
- Aprender en forma compartida a identificar los recursos naturales, reconocer su valor y emprender de inmediato acciones para su cuidado y preservación.
- Recuperar los espacios, definiendo con claridad el área que corresponde a lo íntimo, a lo privado, a lo personal, a lo social y a lo público, para mejorar la calidad de nuestras expresiones y de nuestras publicaciones en todo tipo de espacios materiales o virtuales.
- Practicar la inversión en el uso y aprovechamiento del tiempo, como recurso personal y colectivo para emprender acciones productivas en bien de las personas y de la sociedad; aprender a ser puntuales y respetar el tiempo de los demás.
- Ampliar nuestros conocimientos y nuestras experiencias con la música, como opción de efectividad demostrada para fortalecer la mente, el espíritu, y engrandecer el alma. Todos los géneros son buenos pero los que fortalecer el ánimo y el carácter son los mejores.
- Prepararnos integralmente para afrontar y superar problemas, retos y desafíos que la vida nos presente, con buen ánimo y con optimismo, seguros de que las cosas pueden cambiar para ser mejores.
- Creer, tener fe. Creer en uno mismo y en una fuerza superior a nuestra mortal condición; reconocer que hay cosas en el mundo fuera de nuestro control y de nuestro alcance. Tener la convicción de que lo verdaderamente posible y nuestra principal obligación es la excelencia.
Diez cosas apenas, fáciles de emprender, de comenzar, de hacer y de mantener, para que todo a nuestro el rededor marche hacia la condición superior a la que estamos llamados los seres humanos y de la que algo o alguien nos ha ido apartando.