La economía del huachicol.

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Hay realidades ante las que no podemos cerrar los ojos.

Está más que claro en el pensamiento de la sociedad que la extracción, distribución, comercialización y compra de combustible de manera ilegal es un delito.

Ilícito que atrae otros delitos, el robo de vehículos y el homicidio principalmente, y que ha generado un sinnúmero de hechos lamentables, unos violentos y otros accidentales, en los que muchas personas han perdido la vida.

En el último tramo del gobierno federal saliente, a unas cuantas horas del relevo presidencial, esta actividad llega a la llamada “Cuarta transformación” como un auténtico pivote de la economía.

Si bien se trata de recursos de procedencia ilícita, que no se pueden cuantificar con precisión, como no se puede cuantificar la cantidad de hidrocarburo que se mueve por fuera, sí pueden hacerse apreciaciones.

 Una realidad cruda es que muchas personas, familias y comunidades enteras del corredor del huachicol, han decidido entrar a esta economía paralela que en pocos años ha mejorado su condición socioeconómica al elevar su capacidad de compra, con enorme derrama, a su vez, principalmente para el comercio y los servicios que se ofertan en la región.

Esta, la economía del huachicol, que mueve al menos unos 30 mil millones de pesos anuales (casi 55 millones de pesos diarios), según Forbes, ha generado decenas de nuevos ricos que han modernizado sus viviendas, que se trasladan en modernas unidades vehiculares, que visten prendas de línea y que acuden a los mejores lugares.

Sin dejar de atender que se trata de un delito, también debe reconocerse que la tensión social derivada de la falta de empleo y de bajos salarios, ha sido medianamente atemperada por esta inusual alternativa a la que no se le ve fin, por lo menos no este sábado 1 de diciembre, como algunos creen que podría llegar a ser.