Hidalgo: los desafíos de la transformación

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Por: Fernando Ávila Báez

El proceso de transformación institucional que vive el Estado de Hidalgo entró en un recodo que requiere la multiplicación de los esfuerzos de todos los involucrados.

Desde el gobernador Julio Menchaca como jefe del gobierno hasta los más sencillos beneficiarios de los programas sociales que la federación y la entidad entregan para garantizar el mínimo de bienestar, sobre todo en los estratos menos favorecidos.

Pasando, desde luego, por los legisladores -senadores, diputados federales, diputados locales- y por los presidentes municipales, hombres y mujeres, entre ellos quienes entraron al relevo para sustituir a quienes tenían esos cargos y por malos manejos demostrados hoy duermen en la fresca sombra.

O sea, todos.

De pronto pareciera que, ante las dimensiones de la adversidad comprensible por los tamaños de la tarea que se está haciendo en Hidalgo, el gobernador cuenta con muchos menos aliados de los que debiera tener.

Entre los secretarios que no están dando la medida que la confianza del mandatario esperaría de ellos, los funcionarios que se han separado o que están por separarse del cargo para atender cuestiones políticas, y las omisiones dolosas de algunas figuras públicas, el mismo Julio Menchaca ha tenido que entrar a compensar el déficit.

Un ejemplo sencillo, fuera de todo prejuicio: mientras el desafío monumental de la grave contaminación del aire, suelo y agua demanda ejecución de políticas públicas contundentes, la secretaría del ramo (al menos en su comunicación social) se reduce a las actividades del Parque Ecológico del Cerro de Cubitos en Pachuca.

Si medimos esto frente a los avances en desarrollo económico y en seguridad, hay una enorme disparidad. Enorme.   

La atracción de inversiones nacionales y extranjeras al estado para la creación de empleos ha dinamizado las microeconomías regionales de la entidad.

Esto, sumado a la entrega de los recursos gubernamentales en forma directa a jóvenes, mujeres y adultos mayores beneficiarios, más el combate frontal a las actividades ilícitas, van conformando un ambiente de transformación, sí, y de un desarrollo sostenido y sostenible.

Pero se requiere de un mayor nivel de rendimiento, especialmente en un rubro: el ideológico. Se requiere una plataforma sólida de “alfabetización” sobre los ideales de la social democracia, que es hacia donde apunta la izquierda ya convertida en gobierno.

El comportamiento hoy de las expresiones internas del partido que llevó a muchos a una posición de gobierno o de representación no ayuda tanto a la transformación; al contrario.

Muchos de los actores que hoy son protagonistas gracias a la transformación del país y del estado, están aplicando en la práctica político partidista las mismas operaciones de autosabotaje que en otros tiempos les dieron dividendos.

Algunos de los nuevos liderazgos, y la mayoría de los impresentables, le están haciendo el trabajo sucio a la oposición y los daños no van a ser para personas, sino para el movimiento al que dicen pertenecer.

Falta conciencia sobre el compromiso de la transformación. Es un proceso irreversible en el que los mexicanos, los hidalguenses, tenemos una tarea todos, todos.