30 millones de pobres más arrojaría la crisis generada por la pandemia

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Hoy, unos nos cuidamos y cuidamos a otros; pero ahí en donde usted está hay alguien que ni se cuida ni nos cuida a los otros.

Hay muertes que no se pueden evitar, las del nuevo coronavirus entre ellas. Al 26 de abril, en la fase tres de la pandemia en México, se registran 1351 fallecimientos. En Hidalgo los casos suman 165 casos de contagio y 17 decesos, hay once personas recuperadas.

La entidad se ubica en el sitio 17 de muertes por COVID19 en todo el país y es reconocida entre las que más acciones inmediatas y efectivas ha puesto en marcha, tanto en salud como en seguridad y apoyo -tanto a la población en general, a la planta laboral como al sector productivo; su mandatario está entre los cinco gobernadores mejor evaluados.  

En los pronósticos oficiales, sería en la tercera semana de mayo cuando alcancemos el punto máximo de contagios (unos 250 mil confirmados) y muertes (probablemente unos 17 mil 500), por lo que la reactivación de las actividades productivas en su totalidad depende de que al menos la mitad de la población haya desarrollado inmunidad ante el coronavirus, o de que se haya creado la vacuna para combatirlo.  

Pero hay muertes que sí se pueden evitar y parece que no estamos haciendo nada: en marzo de 2020 se cometieron 3 mil 078 homicidios dolosos en el país, con impacto en los estados y en los municipios (junio de 2018 es el mes más sangriento del que se tiene registro reciente, con 3158 muertes).

Ni siquiera en los tiempos de la pandemia han bajado los índices de feminicidios, secuestros y homicidios dolosos: de este, ocurren 30 por mes desde hace dos años.

Todo indica que alguien no está haciendo su trabajo para crear un programa nacional con réplicas estatales de combate al homicidio, aumentar los recursos para las fiscalías estatales, crear unidades especializadas, homologar las prácticas de investigación de ese delito y crear unidades en las policías estatales y municipales.

Los recursos y los esfuerzos destinados a la prevención del delito han resultado insuficientes, en todos los niveles; varios especialistas nacionales, igual que millones de mexicanos, se siguen preguntando abiertamente sobre los resultados de la puesta en operaciones de la Guardia Nacional.

Mientras, al mismo tiempo que millones de mexicanos -entre ellos miles de hidalguenses- seguimos saliendo a la calle por la necesidad de resolver el diario compromiso de asegurar el sustento de la casa (no asalariados, empleados de sectores no formales o vulnerables, pequeños comerciantes), otros tantos mantenemos la cuarentena con la consecuente parálisis de la economía.

El pronóstico no es halagüeño, pues la crisis internacional en el precio del petróleo se ha sumado a las causas externas de la recesión, que va a dificultar seriamente el regreso de los mexicanos a la competitividad.

Los 40 millones de personas en pobreza, que sirvieron de base para las estimaciones de los programas sociales federales, podrían convertirse en 69 millones de mexicanos en pobreza o pobreza extrema… ¡más de la mitad de la población tota del país!, según el estudio de los investigadores Guillermo M. Cejudo y Natalia Torres.

Trabajadoras del hogar, comerciantes en vía pública, limpiadores de calzado, taxistas, trabajadores sexuales, sostienen el 16% de los hogares mexicanos, donde viven unos 20 millones de personas. ¿qué va a pasar con ellos mientras el secuestro, el feminicidio y el homicidio doloso recen alrededor?

En medio de todo esto, la realidad nos obliga a plantearnos una discusión verdadera, con argumentos demostrables y con acciones en la vida práctica, para prevenir en lo que se puede y atacar en lo que urge la grave situación por la que pasamos ahora todos los mexicanos. Bueno sería, como se ha hecho en Hidalgo, priorizar los hechos sobre las posiciones ideológicas, pensar en la gente, actuar para la gente.