El derecho humano a vivir en libertad

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Por: Reyna J. Monroy Barrera*

En 1998 Manú Chao estrena su sencillo “clandestino” como una crítica a las injusticias y atropellos que viven los migrantes de todo el mundo; 20 años después, una caravana migrante de aproximadamente 4 mil personas centroamericanas rompe el cerco fronterizo entre México y Guatemala para ingresar a nuestro país.

Desde entonces a la fecha, cientos de historias de horror han sido narradas por la prensa sobre las adversidades que viven quienes cruzan el territorio mexicano: secuestro, trata de personas, desaparición, robo, extorsión, asesinatos, violaciones, discriminación, injusticia, dolor y abandono.

Estamos hablando de seres humanos dispuestos a dejarlo todo por la ilusión y la fe de que tendrán un futuro mejor: uno más justo, uno menos desigual, en el que finalmente no padezcan hambre, no vivan con miedo y puedan vivir en libertad; ¿no serán estos motivos suficientes para tratarlos con bondad?

Pienso mucho en las ¿personas? que la noche del 27 de marzo decidieron dejar encerrados a decenas de migrantes que minutos más tarde murieron, ¿qué los hizo tan indolentes?, ¿qué los hizo sentirse superiores?, ¿quién decidió que ellos podían cuidar de seres humanos vulnerables?, ¿entre cuántos habrá que dividir la culpa?

La política es un reflejo de la realidad y viceversa, pero tanto en México como en Estados Unidos las autoridades competentes tienen a los migrantes  centroamericanos en un limbo de burocracia e indecisión que viola de manera reiterativa sus derechos humanos.

En la agenda de ambas naciones, como de otras que también son receptoras de migrantes,  se tendría que estar hablando de un combate permanente contra la desigualdad, de migraciones humanitarias y de responsabilidad global.

Justo porque nosotros somos un país de migrantes que le sigue apostando al american dream deberíamos mostrar más empatía. Si el poder ejecutivo creé que con cambiarle el nombre al Instituto Nacional de Migración se arregla el problema, los estados y los municipios no tendrían que conformarse con tal simpleza ya que son libres de establecer su propio protocolo para atender a los migrantes que cruzan el territorio que gobiernan.

Por otro lado, me gustaría apelar en estas últimas líneas a la humanidad, comprensión y bondad que seguro habita en sus corazones para que cada vez que encuentren a alguien que abandonó su casa, su familia, su país, su origen y su libertad, lo traten con empatía y le den algo de ustedes, por lo menos una sonrisa y un buenos días.   

* Candidata a Maestra en Política y Gestión Energética y Medioambiental en FLACSO México; con licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Publica por la UNAM. Recientemente, subsecretaria de planeación de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario del Estado de Hidalgo. En el gobierno federal ha sido directora general adjunta de planeación en la SEDATU y en el poder legislativo asesora. Sus tres hobbies: leer, cocinar y cuidar perros y gallinas libres.