En días recientes, más allá de las abrumadoras cifras que comparten los gobiernos, llegaron a mí historias de pacientes contagiados del nuevo coronavirus, que me hicieron reflexionar -a partir de su sufrimiento-, en que este virus está más cerca de nosotros y de nuestras familias de lo que pensamos.
Durante mis años de universitario, en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, tuve oportunidad de compartir conocimientos, experiencias, torneos de futbol, y cervezas, con un sinnúmero de hoy profesionales de la comunicación que se desempeñan en los medios más poderosos de México y América.
Entre ellos, recuerdo con afecto a Uriel, un amante del periodismo deportivo, apasionado de la lucha libre y el beisbol. Era pícaro, divertido, siempre respetuoso, y de corazón noble. Jugaba en la defensa para un equipo rival; era duro pero siempre leal en las aulas y en las canchas.
Su pasión, conocimiento y constancia, le llevaron a cumplir el sueño de consolidarse como una de las promesas de Televisa (TUDN), hasta que el Covid-19 le cortó la aspiración y la vida. Enfermó, fue trasladado al hospital de expansión del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en el Autódromo Hermanos Rodríguez, donde su estado de salud se fue complicando hasta que falleció. Te recordaremos con afecto y respeto, siempre, mi ‘Pulga’.
Ya en Tula, como una de esas historias que siempre persiguen al periodista (aunque no las busque) escuché el testimonio de un trabajador de la industria local, quien fue diagnosticado con Covid-19 y trasladado a un hospital de la ciudad de México, en donde fue testigo de cómo sus vecinos de cama fueron perdiendo la vida poco a poco.
“Le dije a mi familia: siento que me explota el cerebro, esto no es normal. Sentía que me quemaba todo, sobre todo a la hora de orinar. Fui a un médico particular en Tula y me refirieron de inmediato a un hospital de la ciudad de México. Vi de todo; recuerdo a un niño de 16 años de edad, llegó infectado, pero sin quejarse, como si nada. Días después lo vi morir”, explica el paciente, quien me ha pedido no revelar su nombre.
“Recomiendo que tengan mucho respeto a esta enfermedad, que es horrible. Yo no creía y andaba en la calle como si nada, ahora no solo yo, sino hasta mi esposa quien también dio positivo a la prueba debemos permanecer en casa, siguiendo los protocolos que se establecen. Me dijo el médico que soy de los pocos que la han librado, de acuerdo al estado en el que llegué al hospital. Les pido a todos que se cuiden, que se cuiden mucho”, finalizó.
Es cierto que las condiciones en las que hemos permanecido han afectado seriamente nuestros organismos, sentimientos, y los bolsillos, pero cuando conocemos este tipo de historias no nos queda más que convencernos de que un último estirón, un último esfuerzo, siempre vale la pena. ¡A cuidarse todos!