CONDUCTAS ANTISOCIALES ¿CAUSAS O CONSECUENCIAS?

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Todos los días se aprende algo nuevo y, en México, cada día amanecemos con una cifra nueva.

Datos que dan escalofrío, que preocupan a la población y a las autoridades.

A punto de cerrar el primer semestre de 2019, bajo las acciones de un nuevo gobierno, con causas tan variadas como inexplicables y sorprendentes, hemos llegado a una cifra récord: el mayor número de asesinatos cometidos en el país en toda su historia, en un mismo período.

En promedio, se han cometido casi tres mil asesinatos cada mes en el país.

Ya todos conocemos las dolorosas consecuencias, ya sabemos que los delincuentes -en un sistema y en otro- entran por una puerta y al poco tiempo salen por otra.

Y ya sabemos que entre las complicadas causas que se han hecho tan populares, que se han democratizado tanto, están las conductas antisociales.

Hoy prácticamente cualquiera, a partir de la adolescencia más temprana, es un delincuente real, o potencial.

En los últimos años el número de conductas antisociales ha aumentado considerablemente, como respuesta a los cambios y fenómenos sociales y económicos que se viven.

La conducta antisocial es el conjunto de comportamientos, prácticas o actuaciones que tienen como objetivo la perturbación del orden social o la agresión a este.

 

Todos aquellos discursos que fomentan este tipo de actos, también son considerados como parte de las conductas antisociales: actos que infringen las reglas o normas sociales que regulan la convivencia.

 

Las personas de conducta antisocial pueden establecer el foco de su actuación tanto en espacios o propiedades ajenas, mediante actos de vandalismo, robos o atracos, como con la intención de perjudicar a otras personas mediante agresiones, ataques y ofensas, así como abusos y acoso.

Aunque no se conocen las causas exactas por las que una persona puede desarrollar una conducta antisocial, existe una serie de factores de riesgo individuales, familiares y de contexto, que pueden aumentar su probabilidad.

Dichos factores pueden englobarse en seis grandes categorías: los factores ambientales, los factores individuales, los factores, biológicos, los factores psicológicos, los factores de socialización y los factores escolares.

Por lo que respecta a los factores ambientales, los medios de comunicación, el desempleo, la pobreza y el padecimiento de discriminación social son los elementos que se relacionan más significativamente con la conducta antisocial.

En los factores individuales, en cambio, se ha encontrado que la transmisión genética y el desarrollo anómalo de ciertas hormonas toxinas o neurotransmisores, tales como la testosterona o la enzima monoaminoxidasa (MAO) también se relacionan con la conducta antisocial.

El padecimiento de trastornos psicológicos, las alteraciones relacionales dentro del ámbito familiar y la desadaptación escolar, pueden influir en la incubación de la conducta antisocial.

Es aquí en donde aparece la posibilidad de poner freno al desarrollo de potenciales delincuentes violentos.

Los principales síntomas o señales de este diagnóstico incluyen la infracción de las normas, el engaño y la manipulación.

La impulsividad, la falta de remordimientos o la despreocupación por la seguridad ajena, destacan como como los principales rasgos distintivos de este trastorno.

Un factor que puede detectarse y modificarse a tiempo dentro del hogar, en la familia, es la agresión, la agresividad o la proclividad de un menor hacia la violencia, ya que el trastorno antisocial de la personalidad se define por la aparición de un patrón de conducta que revela un desprecio general de las normas y los derechos de los demás, que generalmente nace en el seno de la familia.

Recordemos que la violencia es un tipo de agresión desadaptada que no se relaciona directamente con el entorno social en el que se lleva a cabo.

La violencia requiere la ejecución de conductas que denotan un uso excesivo de fuerza física dentro de un contexto sociocultural esencialmente humano.

La violencia está sustentada biológicamente en un mecanismo alterado que se encarga de regular la función adaptativa de la agresión, por lo que se desarrolla un carácter y una conducta eminentemente destructiva sobre las personas y la cosas.

De manera que el principal desafío para desarticular el crecimiento de la delincuencia está en la casa, con nuestros hijos, cumpliendo los padres de familia con nuestro papel de educadores y de formadores.

Hoy puede ser un buen día para comenzar a hacer esa tarea.