MÉXICO, A LA IZQUIERDA.

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Muy probablemente si la izquierda en México hubiera alcanzado el poder en los años setenta del siglo veinte, el desenlace -dos o tres décadas después- hubiera sido fatal.

Así ocurrió en la mayoría de los regímenes que optaron por convertir en gobierno la ideología socialista, lo mismo en Europa que en Asia y América.

El dinero, que dividió al mundo en dos grandes bloques, y que dio pie a la muy prolongada etapa de la historia contemporánea conocida como “La Guerra Fría”, le ganó la carrera al pensamiento humanista y social.

El capital impuso sus condiciones en el mundo y nos sometió a todos a las leyes del mercado, propició el desarrollo, pero ahondó la brecha entre ricos y pobres.

Desde luego que la misma pregunta aplica para la actualidad de los Estados Unidos de América: ¿Qué habría ocurrido si la derecha más recalcitrante gana las elecciones presidenciales antes de la llegada de un presidente de color a La Casa Blanca? A la caída del Muro de Berlín, que marcó simbólicamente el final de la caída del bloque socialista, se descubrió que en las intimidades de éste había iguales o peores vicios de poder que en los gobiernos capitalistas, liberales o neoliberales, como todavía lo estamos padeciendo en México.

Por eso, una de las grandes ventajas históricas de México es que la izquierda arriba a la mayoría absoluta en el gobierno en tiempos en los que ya es evidente lo que sí debe hacerse y lo que no debe hacerse.

Y entre lo que sí debe hacerse destaca, sin duda, el respeto a las libertades del individuo, la obligación del Estado a garantizar el bienestar y el desarrollo para todos, parejo. Además, para la nueva historia de México, esta de “la cuarta transformación”, se van a necesitar individuos preparados, capaces, aptos, dispuestos, para enfrentar y superar los retos que implica ser disciplinados, responsables, sujetos a una permanente autocrítica, autoevaluación y autocorrección. Falta muy poco tiempo para comenzar ese nuevo trayecto, que muchos deseábamos y que el país necesita.

La gran pregunta es si estamos preparados, en lo individual, en lo familiar, en lo comunitarios, en lo social y en lo masivo, para enfrentar y superar con éxito el desafío.

También, falta muy poco para saberlo.